Enemigo Invisible, III
(Con anterioridad en Enemigo Invisible: Alberto, de siete años, se encuentra en la consulta del doctor Cortaira porque ve un ser extraño que le acompaña. El doctor Cortaira se debate entre la paciencia y la receta fácil.)
III
Cuando llegué a casa intenté encontrar la manera de poner todo aquel asunto en claro. Recordé la primera entrevista, varios meses atrás. Alberto entró en la consulta de la mano de su madre, los dos precediendo al padre.
- ¿Cómo te llamas? – pregunté al niño. Pero contestó la madre por él.
- Alberto, doctor.
La miré fugazmente y fijé después mi atención en el pequeño.
- ¿Sabes porque estás aquí? – le dije.
- Porque es gilipoyas – vomitó el padre.
La madre acunó aún más bajo su ala a mi paciente, mientras desafiaba al marido con las cejas enarcadas.
Toda la conversación tuvo este cariz. Pero al fin, tras múltiples y malogrados intentos por mi parte, Alberto, de una sola vez, consiguió escupir lo que pasaba:
- Me desperté ese día, y me di cuenta de que no tenía mi muñeco. Siempre duermo con mi perro. Se llama como el tío Braulio, o sea, Braulio. Y no lo encontré. Me di la vuelta para buscarlo y vi que lo tenía él. Fue la primera vez que vino a verme. Estaba acostado conmigo, en mi cama. Y me dijo que estaba aquí para ayudarme. Para que me hiciera mayor. Pero todo ha cambiado. No quiere ayudarme. Quiere hacerme daño.
No conseguí ese día sacar nada más en claro, salvo corroborar mi hipótesis inicial de un padre brutal y una madre sobreprotectora. Siguieron discutiendo todo el tiempo que duró la consulta. Desde ese día en adelante, los dejé en la puerta y yo sólo traté con Alberto.
Y pasaron tres meses, hasta que me encontré desesperado en casa, sin saber que hacer con un niño que, tras más de diez consultas, acabó por decir que un fantasma le sonreía desde detrás de mi sillón. Decidí que debería explicar todo esto en la reunión de equipo. Estaba tan desesperado que acepté someterme a examen.
14 Comentarios:
No creo ser un público imparcial para enemigo invisible. No obstante has dado con un asunto interesante, polémico y muy bien conducido; personalmente me interesa más el fantasma que anida tras el médico que el que porta el paciente.
Creo que en el discurso de Alberto se ha deslizado un "QUEISMO" (?)
La imagen es impactante, en el límite de la correción polítical.
Te seguimos
Leo, no localizo el "queismo". ¿Te refieres a que hay muchos "que"? Si es así, el tono general de su discurso es buscado: es un niño de siete años que vomita una confesión, liberadora en un sentido, comprometedora en otro. Es normal el abuso de "que", de repetición de palabras, etc.
Yo, como tantos, estoy hasta el escroto de la correción política... Keep on moving..
Políglota consumado aparece en escena con sus aires del Magreb recien sacudidos. Espero que la nave llegue a buen puerto con los vientos de la montaña Atlasiana...(para los que son del material del color)Yo tampoco soy amigo de reglas y cánones queisotonantes.
Esto sí que es una alegría: políglota por aquí!!!!! BIENVENIDO, te echabamnos de menos. Tus miradas ácidas y políticamente incorrectas serán la sal y la pimienta de nuestro blog.
Interacción "dinámica" de la familia, recordando una viñeta del Roto (titulada -vuelve la familia-: pareja con sonrisa postiza sujetando, cada uno de ellos, a un niño por los pies)
Las tribulaciones de Cortaira son el nexo fuerte de este relato, por el momento.
Esperando
"me di cuenta que no tenía mi muñeco"
no falta algo en esta frase??
(lo siento por los enemigos de las reglas del lenguaje y los "canones queisonantes"; no voy a hacer un debate de esta tontuna.)
Besos
Ahora lo entendí "queismo" por miedo al "dequeismo". Lo tomé por un exceso de subordinadas en la frase.
Ahora mismo modifico el error. Taluego, amigo.
PS1. Son necesarias las reglas de correción ortográfica, para entendernos debemos hablar y escribir el mismo lenguaje. Lo que no es necesario es el dogmatismo lúgubre y alejado del lenguaje diario de la Academia. Lo de mi escroto no iba por la correción lingüistica sino más bien por la excesiva autocensura temática de los autores.
"El fantasma ninguneado se revolvía en el fondo del relato, incapaz de creer lo que estaba sucediendo, estirando el cuello para mirar cómo, en la realidad prosaica de un café de provincias, los sofisticados tertulianos discutían el relato sin tenerlo en cuenta a él; "manda huevos", se quejaba, "ya no creen en mí ni en literatura”.
(Sobre tertulias literarias, relatos con fondo de agua y el milagro cuasi-bíblico de las in-terpretaciones múltiples)
Recupero -humildemente- esta vieja perezestradiana para reivindicar (con el viento, lo sé, en contra) la literalidad del miedo (como espacio deleitable) más allá de las intenciones "trascendentes" del escritor. En plata: este relato tiene un potencial ENORME para convertirse en una deliciosa pieza de TERROR; pero me parece que los tiros van por otra parte, y que a menudo, a medida que escribimos, la tentación de escribir sobre "lo trascendente" anula otras intenciones más primigenias, quizá más naturales y "puras"... No es un ataque, porque el relato me gusta; es sólo que he comprobado cómo, ya en la primera entrega, aquel viejo proyecto que un amigo me contó una noche, y que entendí (y quizá entendí mal) como un relato de terror, se convierte (al menos en el espacio de debate de este blog) en una reflexión sobre un montón de cosas muy serias y muy profundas y muy importantes para cada cual y que se escriben en mayúsculas... Mientras, el fantasma (o el enemigo invisible, o lo que sea) se revuelve ninguneado en el fondo del relato, mascullando entre dientes porque, con tanto psicoanálisis, ni siquiera se le da la oportunidad de "asustar" un poquito al lector.
Conste (repito) que el relato me gusta, me interesa y me genera grandes expectativas. Sólo quiero desequilibrar un poco la balanza que otros comentarios han inclinado hacia aspectos que me interesan menos, y recordar que, como dice Savater, el cuento por excelencia es el cuento de miedo.
Con cariño, aquí espero vuestras maldiciones ;-P
Maldición ninguna.
Pero dear JA, el terror se convierte en pánico cuando te han desviado la atención y de pronto...
Comprendido. Jugando al despiste. Me la enfundo.
Aquí espero al monstruo...
No te la enfundes abelenda, que a mí me asustas más cuando exhibes tus encantos....discursivos
Abelenda hubiese querido una niña de largos pelos negros reptando por el techo en Adopción, y una bulboso primigenio poniendo gasolina en mitad de un vsicoso charco en Estación de servicio.
Somos esclavos de nuestras expectativas.
A mucha honra, mi buen doc(tor). No hay que olvidar que crecí a los pechos de Lovecraft.
El discurso "el enemigo está siempre dentro" puede estar tan gastado como el contrario (=el enemigo es el otro, whoever -or whatever- it is). Yo sólo quiero no desechar sin más las sorpresas, mantener la mente abierta a cualquier posibilidad narrativa. Un lujo de la literatura es que en ella, efectivamente, existen los monstruos.
Además, igual que hablamos de "romper el lenguaje", inventar nuevas estructuras, dinamitar el discurso narrativo convencional... creo que aún hay mucho que inventar en el género de terror, muchos escalofríos aún sin nombre a los que bautizar en un texto.
Ahí os espero.
Nos encontraremos en una entrega que está al llegar.
Por cierto
¿para cuando un relato de terror firmado por Abelenda?
Saludos
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