sábado, marzo 31, 2007

Hasta Luego

D'Artagnan entra en el baluarte abandonado, semiderruido. Ve cómo se amontonan unos sobre otros varios cientos de papeles, que, al estar humedecidos por el rocío, no se levantan y revolotean con las brisas finales de marzo.

Pasea, deambula, piensa, ya no sueña. En un rincón del baluarte ve una pluma de cigüeña, en otra unas pinzas de cangrejo, más allá, recuerdos de París. En el rescoldo semiapagado del fogón hay un revoloteo de los haikus de Cipango. Sobre la cornucopia, un bandera de Irlanda.

D'Artagnan sonríe, mientras piensa: !Qué fugacidad, que inútil lucha, que desazón ante el fin de todas las cosas! Pero andar el camino con tantos amigos ha merecido la pena. Vuelvo a casa, a mi Gascuña natal, a esperar el correo de París que me anuncie el ansiado bastón de mando: ser mariscal de Francia.

Mientras tanto, quedad en paz, camaradas. Quizás nos veamos en un futuro Veinte años después, o incluso un Vizconde de Bragelonne. Sé que también os mandan afectuosos saludos Doc L y Quintín Montero, para todos vosotros.... Gracias.

Salio del baluarte. Montó en su caballo y lo lanzó al galope. No volvió la cabeza.

sábado, marzo 24, 2007

Última hora

HALLADO EN LA BIBLIOTECA NACIONAL UN LIBRO QUE SE ESCRIBE SOLO.

El CSIC confirma la investigación realizada en colaboración con expertos criptopaleológrafos de la Universidad de Tel-Aviv.

Redacción-Madrid.

La noticia saltó hace ya cinco años. Un estudiante de la Complutense, que responde a las iniciales A.G.F, se encontraba microfilmando algunos manuscritos del siglo XVI con el objeto de realizar su tesis, cuando descubrió un viejo mamotreto con sus páginas en blanco en el estante que estudiaba. Según confirmó el mismo a nuestro reportero, el estudiante dejó el curioso libro en su mesa mientras continuaba trabajando. Cuando se disponía a apagar la lámpara de su lugar de estudio, se dio cuenta que en la primera página del libro habían aparecido extraños trazos, al parecer sin ningún sentido. El bibliotecario de guardia, que no pudo encontrar la referencia del libro- no tenía signatura ni marcas de fábrica- dio parte a sus superiores, lo que dio origen a la investigación de la que ahora se publican los primeros resultados.

A pesar de que sólo se han encontrado dibujos en la primera página, no ha sido una labor sencilla. La mayor complicación que han tenido los expertos israelitas – que han contando con el apoyo logístico de bibliotecarios españoles- es que los trazos han ido cambiando en disposición, color de la tinta, grosor y frecuencia. Sólo data de unos meses atrás el hallazgo de un patrón de conducta para los dibujos. La extrapolación es clara: en el año 2014, en mayo, la primera página del libro que se escribe solo tendrá su primera letra: una a.


José L. Muñoz Expósito, 2007

miércoles, marzo 21, 2007

Incomunicación

Les resulta imposible computar las horas. Llevan setenta días aislados por la eterna tormenta. Tres metros de nieve convertidos en hielo que arrojan ingente presión contra cuatros paredes hechas de la madera del abeto de Douglas, contra una puerta ahora inservible, un ventanuco sin cristales y dos cerebros atormentados. Se trata de dos hombres. Barbados, sucios. Beben de la nieve que funden trabajosamente en los abollados peroles de latón. Comieron de la caza que el anciano verano les dejó, pero hace días que no queda nada. Se miran. Larga, espaciadamente. Durante períodos de incontable tiempo. Duermen poco y mal. Se despiertan sobresaltados, como gatos en tiempos de hambruna. Ninguno contempla seriamente la única posibilidad que les queda de saciar el hambre; mas sí que sienten terror a que el otro sí que quiera comer. Se escrutan. Amenazadoramente. Pero como quiera que hasta lo incontable es finito, acaba por llegar un instante cualquiera en el que el miedo supera el umbral del movimiento. Se abalanzan el uno contra el otro, al unísono, queriendo ponerse a cubierto del hambre ajena. Vana salvaguarda. Creen luchar en defensa propia, en defensa de la única vida que poseen. Mas el que venza la lucha, sobrevivirá.

José L. Muñoz Expósito, 2o07
Foto: "Matanza", JL Muñoz, 2007

jueves, marzo 15, 2007

Mirándote


Me he pasado toda tu vida observándote mientras te sientas o te recuestas en el sofá; te he visto con un libro en la mano, o soñar despierta mirando la ventana, o dormitar con tus morenas piernas desnudas bajo un camisón azul, con la cabeza en un viejo almohadón, grande y cómodo. Has recorrido miles de veces, con la cabeza baja, el bucle que va desde la cocina al sofá, desde éste a la ventana, y desde ésta hasta la cocina, y yo he continuado mirándote. Acabé por enamorarme de ti el día – tú tan joven entonces, tan viejo yo como siempre- en que levantaste los ojos hacia mí e hiciste que su verde resplandor quedara prendido de mis entrañas. Desde entonces, cada lenta cadencia, cada ciclo, cada posición de los péndulos, cada latido de mi ser en esta caja de madera han sido por y para ti. Te he visto crecer, soñar, ser feliz. Pero soy el culpable de tu declive. En el día que has cerrado los ojos, en que has apagado aquel viejo fulgor esmeralda, me asomo por las ventanitas de este reloj de cuco donde he cosificado mi esencia e intento parar estos péndulos que semejan piñas colgantes. No lo consigo. Uno no puede huir de su naturaleza, ni siquiera Cronos, hijo del Caos y padre de dioses.

lunes, marzo 12, 2007

La mejor novela del siglo XX

Transcurrido el tiempo estimado como suficiente -para votar, no para leerse las novelas, claro- he aquí -a brochazos, a gruesos trazos de pintor estadístico- los resultados de la votación.

Se han reunido las opiniones de 14 ilustres visitantes del baluarte. En total se han nombrado 49 novelas, de las cuales deben ser eliminadas 5 por no cumplir los requisitos de partida. Se asignaron 5 puntos a la elegida en primer lugar, 4 a la segunda, y así sucesivamente.

Indiscutiblemente, con 37 puntos, citada por 8 de los 14 participantes, declaramos Cien Años de Soledad, de García – Márquez como la novela más ¿? (a cumplimentar por el lector, vale “influyente”, “buena”, “placentera”, “sugerente”…) del siglo XX.

Muy lejos quedan “El Señor de los Anillos”, con 17 puntos, “Rayuela”, con 12 puntos, “El proceso”, con 8, “El corazón de las tinieblas” y “El lobo estepario” con 7 cada una.

¿Qué hacer ahora? Se sugiere una o varias de estas opciones:

1.- Planifíquese sus próximos veinte meses de lectura. Para ello, pida el resultado final de la votación a ozeoze6@hotmail.com, coja el número 49, léalo, después el 48, así sucesivamente, hasta llegar al número 1. Luego, coméntelo en tertulia o en el blog.

2.- Dedíquese a leer sólo las contraportadas, o las reseñas biográficas, o los libros que montan una teoría de la literatura que sustituya el contenido por el continente. Luego, coméntelo en tertulia o en el blog.

3.- No haga caso de monsergas y siga leyendo lo que le apetezca. Luego, coméntelo en tertulia o en el blog.

4.- Siga si leer nada desde que leyó aquella novela que hace que las demás sean una pérdida de tiempo. Luego, coméntelo en tertulia o en el blog.

5.- No haga nada. Pero no se olvide de comentarlo en tertulia o en el blog.

“Saint-Gervais es la suma de todas estas sandeces”, dijo el sabio. “La sandez total es mayor que la suma de las sandeces parciales”, dijo el práctico. “Sé imparcial, y serás como una roca”, dijo el Zen. "Para rocas, las del campo", dijo el apolítico.

martes, marzo 06, 2007

Trevelleux

El día que Luis XVI dejó la celda contigua para ser guillotinado, el conde de Trevelleux se abandonó a la desesperación. El símbolo de su manera de entender el universo iba a rodar por el suelo y a desangrarse como una bota de vino demasiado apretada. Hasta entonces el conde había sentido la Revolución como algo que no podía estar sucediendo. Era imposible que los desarrapados le dieran la vuelta a la tortilla con tal facilidad. Como si los corderos devoraran a los lobos.

Pero los corderos con colmillos tricolores le miraban y reían salvajemente mientras le anunciaron que en una semana le tocaba a él. El conde ensució sus pantalones cuando el Verdugo entró más tarde a pesarlo con una romana y a contarle los detalles de su ejecución. El matarife de hombres era un ser robusto, de cuarenta años, con una barba salvaje y ojos más allá de lo humano. No parecía molestarle demasiado el olor del conde; es más, sonrió como se sonríe a un viejo conocido.

- Para quieto, Trevelleux. Ponte aquí, eso es... No sé para qué te peso, si el día de tu muerte vas a estar mucho más delgado o mucho más gordo, pero te aseguro que no como estás ahora.

A pesar del pánico provocado por la presencia de su asesino, Trevelleux no dejó de extrañarse. Lo de más delgado lo entendía, pero... ¿más gordo?

- ¿Cómo es posible que pueda estar más gordo cuando... cuando...?

- Cuando te cortemos el cuellecito nobiliario – dijo el Verdugo, sonriendo, como aliviado de poder empezar una conversación postergada -. Es fácil. Si no pagas, el rancho y tu miedo harán que decapitemos un esqueleto. Si pagas, tendrás los mejores manjares de todo París. Incluso podría conseguirte alguna hija de la Revolución, si te apetece.

Acostumbrado a la obtención del placer inmediato que proporciona la vida ociosa y facilona de la nobleza, Trevelleux olvidó por un instante el terrible final:

- Pagaré por la comida.

- La tendrás – contestó el Verdugo.

Esa misma noche, tras la cena servida y después cobrada casi amablemente por el brutal revolucionario, Trevelleux giraba y giraba en su jergón sin poder conciliar el sueño. Veía su cuerpo decapitado, incluso en su locura llegó a concebir que moriría ahogado en la sangre que anegaba la cesta donde había caído su cabeza. Como si los pulmones estuvieran en el cerebro. Mirando las nubes que cubrían a ratos la luna ideó un plan. El Verdugo es menos Verdugo cuando se le da dinero. La comida, tanto, las putas, tanto otro. ¿Y la libertad? ¿Tendría precio la libertad?

Por la mañana, el Verdugo trajo el pedido. Tres botellas de vino y un vaso limpio. Mientras contaba el dinero, el conde le propuso comprar su libertad. El carnicero levantó la mirada y le observó largamente, luego tornó los ojos hacia las monedas. Pero no contestó, y salió rápidamente cerrando la puerta con estrépito.

Trevelleux se quedó de pie con el vino en la mano durante mucho tiempo. Al final, se sentó y lloró, y sólo se secaron sus lágrimas cuando se secaron las botellas, ya de noche. El Verdugo se acercó entonces a ofrecer cena, pero el conde le echó destempladamente de la celda. Esa noche durmió bien hasta el amanecer, pero se despertó con ánimos de suicidio. No hizo fuerza por buscar la manera de llevar a cabo sus deseos porque se sintió aún peor al reconocer que no iba a ser capaz. Al final llegó a un acuerdo consigo mismo. Me van a matar: qué mejor forma de suicidio que no oponer resistencia.

Pero todo cambió por la mañana. El Verdugo hizo girar la llave menos ruidosamente que otras veces; Trevelleux supo que traía noticias. Se le puso precio al desayuno, a una señorita y a un plan de fuga. A todo dijo Trevelleux que sí. Acordaron que la chica vendría la última noche y comunicaría qué hacer al día siguiente. Asimismo, para no comprometer el éxito de la operación, el verdugo cambiaría de celdas, y vendría un compañero suyo que no sabría nada del asunto.

Los pocos días pasaron rápidos. Trevelleux engordó antes de su ejecución, pues el nuevo carcelero fue todo oídos al repicar de la bolsa condal. Si no fuera por que levantaría sospechas, Trevelleux hubiera cantado minuto a minuto todos los aires alegres que conocía. Cuando cayó la tarde en la víspera de la ejecución la prostituta llegó puntualísima a su cita. Sin mediar palabra, la joven echó al conde en el jergón, se levantó la ropa y se sentó sobre él. Tras cobrar, le expuso el plan.

- Debe dejarse llevar hasta la plaza, e introducir su cabeza en la guillotina sin protestar. Se ha preparado un tope que parará la cuchilla justo en su cuello, le hará una herida que sangrará abundantemente pero no le cortará la cabeza. Luego se le curará y será llevado a España o a Inglaterra, depende de cuánto pueda pagar.

- Pero, ¿no ha de caer una cabeza en el cesto? Se darán cuenta de todo.

- No, no se darán. Está todo preparado, no se preocupe. Mi padre llevará en un saco la cabeza de otro ajusticiado y la dejará caer en el momento oportuno. La mayoría de la gente está suficientemente lejos para no darse cuenta de la sustitución.

- ¿Y los soldados?

- Los soldados estarán de espaldas, vigilan al pueblo.

El conde de Trevelleux se tranquilizó un tanto, aunque no del todo, no se podía uno fiar demasiado de un hombre que hacía las veces de proxeneta de su propia hija.

El momento llegó. A medida que el carro se acercaba a la plaza, cada lechuga que impactaba en el rostro del conde minaba un punto su confianza. Cuando divisó el alto palo con la muerte de metal colgando, la templanza desapareció del todo. Pero cuando bajó del carro, la sonrisa del Verdugo le devolvió parte del valor, incluso él mismo hizo el esfuerzo de introducir la cabeza en el agujero. Tan impaciente estaba por acabar, que no observó que el Verdugo no tenía bolsa sustituta ninguna. Sí que reconoció, en cambio, el tope de madera colocado en el sitio prometido.

Los tambores redoblaron en un último momento de furia y después callaron. La cuchilla lanzó su peso rasgando el aire y se paró antes del primer hueso del cuello. A pesar del dolor intenso y de la sangre que rodaba por su rostro, Trevelleux se sintió aliviado. Devolvió la sonrisa al Verdugo, que se le acercaba lentamente. El carnicero revolucionario quitó el tope con una mano, apoyó el pie sobre la cuchilla y echó encima su enorme peso.

- Ninguna sucia moneda vale lo que vale este momento – dijo, mientas la cabeza del conde de Trevelleux iba separándose del cuerpo con exasperante lentitud hasta caer finalmente en la cesta.

José L. Muñoz, 2005-2007

sábado, marzo 03, 2007

Lecturas de Febrero

I Lecturas Sobresalientes.


1.- Homero, “La Ilíada”. Completamos con los cantos XXIII y XXIV una pausada lectura que comenzó en el Parque del Retiro con algunos amigos en Marzo de 2005. No he acabado de leerme un libro, he acabado “el” libro.



II Lecturas Interesantes.


2.- Willis, C., “La Oveja Mansa”. Una estupenda novela de ciencia-ficción sin estridencias ni demasiadas pretensiones, pero entretenida y nada fallida.
3.- Greene, G., “El Poder y la Gloria”. Gran libro del inglés, ambientado en México y que describe la bajeza y/o grandeza del espíritu humano de una forma descarnada y terrible.


III Pasaron Desapercibidas.


4.- Lem, S., “La Investigación”. Una novela pseudopolicíaca, pseudocientífica, pseudoterrorífica, … una pseudonovela, en suma.
5.- Falcones, I., “La Catedral del Mar”. Un “aladrillado” best-seller con las dudosas virtudes que proporciona un cierto estilo de película de cine, con el objetivo de hacer confundir amenidad con calidad. Está muy bien documentada, pero comete el error de demasiadas novelas históricas: se “nota” la documentación. Pero dentro de su nivel literario (que elige el mismo autor), es correcta.


IV Tiempo Perdido.


6.- Dickens, C., “Escritos Varios”. Soporífera colección de artículos periodísticos. Ya he mencionado con anterioridad mi opinión acerca de que los artículos que hacen referencia al “presente” envejecen muy mal. Este es un caso a añadir a la lista. Únicamente capturó mi atención el alegato contra la pena de muerte que contiene uno de los fragmentos.

7.- Graves, R., “Relatos”. Me ha resultado una colección muy aburrida de relatos, agrupados en “Ingleses”, “Romanos” y “Mallorquines”. Ni unos ni otros. Me quedo sólo con dos: “La Cosa Francesa”, de los ingleses, y “Los Negros Whitaker”, de los mallorquines.

V Lecturas Parciales.

  • Martin, G. R. R., “Song of ice and fire IV, The feast of crows”. Brienne, simpático trasunto de la sota de espadas, busca a cierta Lady Stark por los caminos de Westeros.
  • Proust, M., “En Busca del Tiempo Perdido II, A la Sombra de las Muchachas en Flor”, páginas 228 a 250. Proseguimos la construcción del índice onomástico con biografías y referencias internas.


VI Otros Febreros.


1999 Leí 3 libros, ninguno sobresaliente.
2000 Leí 5 libros, ninguno sobresaliente.
2001 Leí 7 libros, ninguno sobresaliente.
2002 Leí 5 libros, destacó “El Nilo Azul”, de Alan Moorehead.
2003 Leí 11 libros, destacaron “Un Capitán de Quince Años”, de Verne, “Carta al Padre”, de Kafka, y “Cosmos” de Sagan.
2004 Leí 13 libros, destacaron “La Hija del Capitán”, de Pushkin, “La Condena”, de Kafka, “El Vizconde Demediado”, de Calvino y “El Castillo de los Cárpatos”, de Verne.
2005 Leí 12 libros, ninguno sobresaliente.
2006 Leí 10 libros, destacó “El Pan Desnudo”, de Chukri.