Incomunicación
Les resulta imposible computar las horas. Llevan setenta días aislados por la eterna tormenta. Tres metros de nieve convertidos en hielo que arrojan ingente presión contra cuatros paredes hechas de la madera del abeto de Douglas, contra una puerta ahora inservible, un ventanuco sin cristales y dos cerebros atormentados. Se trata de dos hombres. Barbados, sucios. Beben de la nieve que funden trabajosamente en los abollados peroles de latón. Comieron de la caza que el anciano verano les dejó, pero hace días que no queda nada. Se miran. Larga, espaciadamente. Durante períodos de incontable tiempo. Duermen poco y mal. Se despiertan sobresaltados, como gatos en tiempos de hambruna. Ninguno contempla seriamente la única posibilidad que les queda de saciar el hambre; mas sí que sienten terror a que el otro sí que quiera comer. Se escrutan. Amenazadoramente. Pero como quiera que hasta lo incontable es finito, acaba por llegar un instante cualquiera en el que el miedo supera el umbral del movimiento. Se abalanzan el uno contra el otro, al unísono, queriendo ponerse a cubierto del hambre ajena. Vana salvaguarda. Creen luchar en defensa propia, en defensa de la única vida que poseen. Mas el que venza la lucha, sobrevivirá.
José L. Muñoz Expósito, 2o07Foto: "Matanza", JL Muñoz, 2007
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