martes, octubre 03, 2006

Enemigo Invisible, II

II

Un par de horas más tarde me encontraba compartiendo una máquina de café con algunos de mis colegas. No he sido nunca muy amigo de hablar de mis pacientes, aunque no tanto por la cuestión del secreto profesional, sino más bien por miedo al cuestionamiento y a los movimientos extraños en torno de la posición relativa de todos los médicos de la unidad de psiquiatría.

- ¿Qué le recetaste, Cortaira? – me preguntó el doctor Giscardó, el menos enemigo de mis compañeros. Era una decena de años mayor que yo y le venía muy bien a mi complejo de inestabilidad post-adolescente su actitud paternalista.
- Nada. No le he recetado nada.
- ¿Cómo que nada? ¿Estás loco? – dijo, acompañando sus palabras con el gesto de Obélix - Como los padres de ese chaval vuelvan a notar que se le va la pinza, van a venir diciendo que qué hospital es éste, y que vaya mierda de psiquiatras que no recetan pastillas.
- Mira, Manolo – le dije mientras echaba la moneda y seleccionaba mi express con una raya de azúcar -, no puedo recetarle nada. Para prescribir algo, debe haber diagnóstico. Para que haya diagnóstico, debe haber trastorno. Y yo no tengo ni la más remota idea de lo que cojones le pasa a este chaval. Estoy más seguro de mi trastorno que del suyo…
- ¿De cual de tus trastornos, chavalote? No pongas esa cara, coño, que es broma. Sólo te digo que si lo drogas dejará de ver polladas, y tú tendrás menos problemas.

Y papá volvió a darme los consabidos golpes en la espalda. Y yo esperé y esperé, pero la cucharilla no salió de la maldita máquina. Por fin algo en lo que descargar…

11 Comentarios:

Anonymous Anónimo dijo...

Este relato me está enganchando más que el anterior, tiene fuerza desde el principio. Me encanta que vaya sobre trastornos mentales y psiquiatras sobre todo porque tu no eres uno de ellos. Así es más divertido, sin atisbos de deformación profesional. (No se que opinará doc al respecto) Desde luego ya resulta llamativo que no sepa qué recetarle o cómo tratarle.

1:28 p. m.  
Anonymous Anónimo dijo...

Nombramos para amordazar, para no descontrolarnos frente a lo inasible.
La química contenedora frente a lo imprevisible, que puede invadirnos
Lo racional,la certeza del otro frente a esa persistente inseguridad de un tiempo ajeno al papel que ahora representamos.
Que me dejen, que se olviden de mí, esto moviliza mis propios fantasma, me obliga a sobrellevar un disfraz de adulto que me queda grande.
Me tomaría un café con él en estos momentos.

3:08 p. m.  
Anonymous Anónimo dijo...

¿un psiquiatra que no despliega su recetario ante tan desequilibrado infante?
¿que duda por un momento girar la cabeza y saludar a la creación psicótica de su álter ego infantil?
¿sin paladear etiquetas tan agradecidas por el usuario adicto, domesticadas con popular aceptación en periódicos, telediarios y consultorías romas?
No, es cierto, este autor no se ha dejado llevar por la deformación profesional.
Esboza un personaje inseguro, permeable, más consciente de sus terrenos movedizos que de las fronteras que enmarcan la normalidad. Huérfano sediento de contención paternal que se debate entre un complejo de adolescente incomprendido y su rol de adulto profesional.
Lo veo preparado para ver y escuchar más allá de lo que le dictan las normas. Dispuesto a rebelarse?

10:38 p. m.  
Anonymous Anónimo dijo...

Me sumo a la mirada prudente del protagonista. Mirar, escuchar lo suficiente para analizar lo que tenemos delante.
Manejar la propia angustia, la duda que convoca más certeza que la ausencia de reflexión.
Hay tiempo para decidir posturas.

8:40 a. m.  
Blogger L Malaletra dijo...

Los consabidos y románticos prejuicios antipsiquiátricos atacan de nuevo:
"sin atisbos de deformación profesional"
"La química contenedora frente a lo imprevisible"
"¿un psiquiatra que no despliega su recetario ante tan desequilibrado infante?"
el comentario de ..... quizás da en la clave: "¿sin paladear etiquetas tan agradecidas por el usuario adicto, domesticadas con popular aceptación en periódicos, telediarios y consultorías romas?"
La simplificación de la comprensión de la psicopatología desde un modelo médico orgánico y sus pastillas ha contado con el aplauso y beneplácito de la población (los "usuarios"), de los medios, de los gestores económicos y sus mercaderes; de esta corriente no se han librado ni los propios psiquiatras, tragados por la máquina que entre todos hemos creado. Los investigadores sirven a las empresas farmacéuticas. Los estados intentan dar prestaciones baratas, rápidas, con los mínimos recursos y la máxima eficiencia económica.
Y la población pide soma, soma...

2:00 p. m.  
Blogger José L. Muñoz Expósito dijo...

Leo: tú has explicado en tu comentario de manera excepcional uno de los pilares ideológicos de Enemigo Invisible: la facilidad con que la sociedad acepta la "pastilla" como "solución" rápida y, aparentemente, eficaz.

Los dos psiquiatras que aparecen en el relato toman dos roles que se dan en la sociedad: el que acepta sin más (Giscardó), el que se interroga (Cortaira). Se verá en próximas entregas los roles de los familiares del niño.

No es casualidad que el psiquiatra que se interroga, que quiere ver el problema antes que la solución sea más dubitativo, inestable, inseguro... humano. Esas características deben aparecer en el hombre creativo.

De nuevo aciertas con el bisturí, amigo y Doc, Leo.

Un abrazo

2:14 p. m.  
Blogger L Malaletra dijo...

Recuerdo las palabras de un amigo y colega (hace demasiados años de esto y las recreo a mi manera):

"... para ser un buen psiquiatra hay que aceptar la duda y tolerar la angustia de la incertidumbre..."
El tiempo le dio la razón.

saludos

3:01 p. m.  
Anonymous Anónimo dijo...

Alguna dendrita se ha chamuscado con las pelis de Woody Allen.
¿complejo adolescente? ¿álter ego infantil? ¿contención paternal?...
Me estoy desenfocando.
Recurro a mi "manual de autoinstrucciones para combatir la blogoterapia":
1. Estoy leyendo un relato en una pantalla, nada más.
2. Aparece un psiquiatra, sí, no te asustes.
3. Parece distinto, duda, no se dispone a disparar con pastillas. Vale (no es lo que esperaba, pero sigue valiendo)
4. Vuelvo a pensar que es un relato y que he enganchado.
5. ¿Tengo que hacer algo yo?: esperar la siguiente entrega y que el escritor decida.
Estas reglas, ajustadas a las distintas necesidades, funcionan.

3:03 p. m.  
Blogger José L. Muñoz Expósito dijo...

Querido El Quini:

La lectura, como ya he escrito en alguna otra ocasión, es un placer eminentemente solitario. Como otro que...

Pero fornicando conoces gente. Es decir, nos gusta hablar, y discutir, y analizar, y destrozar, lo que leemos. Es una salsa importante de la literatura. Y los que participamos aquí lo llevamos haciendo (y disfrutando con ello) muchos años.

Por otro lado, estoy de acuerdo contigo: que el autor decida. Y el autor, que soy yo, piensa hacerlo. Y seguirá buscando en su literatura algo más que un relato en pantalla. O mejor, buscará algo que PAREZCA un relato en pantalla para algunos, y SUPONGA algo más para otros.

Bienvenido de vuelta al blog. Y móntese en el carro que prefiera.

5:04 p. m.  
Anonymous Anónimo dijo...

Sé que puedes imaginar el disfrute que recorre mi espinazo... al encontrarme con vosotros.

Si pudiera, me pasaba por allí mañana a tomarme una cervecita entre parrafadas espontáneas y lecturas dispersas.

También sé que puedes jugar, un poco.

Un abrazo

7:22 p. m.  
Blogger José L. Muñoz Expósito dijo...

Jugaremos, compañero no tan desconocido...

7:29 p. m.  

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