domingo, septiembre 24, 2006

Asistente Social, X y último

Me quedé petrificado. Era muy distinto escuchar aquel alarido desde la mesa camilla del comedor de aquella casa– y ya en verdad fue terrible – que sentirlo hasta en lo más profundo de mí mismo por culpa de la reverberación de las paredes de la cuadra. Me di la vuelta. Ni siquiera me sorprendió descubrir que Manolo se acercaba con un plato lleno de comida en sus manos.

Afectó no verme y, apartando la paja con el pie, dejó la comida en el suelo. En su gesto no había expresión particular; mas yo empecé a temblar, era un hombre en apariencia capaz de devolver la violencia de que estaba hecha su vida, pero centuplicada. Pero su voz retumbó serena y tranquila.

- La Niña no sale. Tiene más miedo que hambre.

Entonces pareció sentirme y me miró. Lentamente, sopesando, midiendo, su indagación era casi un olisqueo. Pero yo ya tenía tomada mi decisión. Lucía lo entendió todo desde el principio, sospecho. Apagó la luz y se puso a mi lado, esperando. Pero demoré la comunicación, las tinieblas de la cuadra me fascinaban y atraían. Era mi cueva de Montesinos. Al cabo, me encogí de hombros y dije, mirando al suelo:

- Lo único que no se me ocurre cómo arreglar es la denuncia del vecino – les dije, mirándolos alternativamente.
- Dígale que los chillidos eran de dos lechones para Navidad – dijo Lucía -. Toda la vida hemos criado cochinillos en esta casa. Colará.

Y coló. Con el señor Méndez y con mi jefe, días más tarde, cuando reuní suficiente valor para hacer el informe “oficial”.

Desde dentro de aquel antro me llegó el sonido de pasos arrastrándose por la paja; sonó después la metálica vibración del plato cuando una mano hambrienta se introdujo con avidez en él. Pedí permiso con la mirada y ambos hermanos me lo concedieron. Accioné de nuevo el interruptor. Ningún recuerdo de las inhumanas formas de la Niña ha permanecido en mi cerebro. Hoy sólo veo unos ojos tan grandes como los de su madre, que expresaban la incomprensión y el rechazo hacia un mundo que condena al ostracismo a los seres más desgraciados.

Prometí ese día nunca volver a hablar de ella. Y lo he cumplido, hasta hoy. Pero la Niña ha muerto, y ya no tendrá que penar en una institución gubernamental – sutil substitutivo de una barraca de feria - por el pecado de sus padres. Un maldito lugar en el que la diseccionarían en cuerpo y alma para acabar desmembrada en varios botes de laboratorio. Es hora de que paguemos los demás, los culpables-víctimas y los encubridores-verdugos. Y sé, pues soy asistente social y funcionario, que para Lucía y para Manolo, y también para mí, hoy llegará el descanso.

FIN

"El mundo es malo, y nosotros le facilitamos la tarea."
Franz Kafka, "El Topo Gigante"

4 Comentarios:

Blogger L Malaletra dijo...

Me gusta que en el relato exista cierta ambiguedad:
En el fondo el AS y el autor (?) emiten un juicio moral soterrado: habla de no recordar las "inhumanas formas" de la Niña. El incesto genera monstruos que es mejor no recordar. Solo con su desaparicion llega el descanso ("y también para mí, hoy llegará el descanso"). Los padres han escondido a la Niña, el AS no mejora su condición de animal encerrado. Es la lectura que hago por detras del discurso manifiesto e impreciso del AS ("un mundo que condena al ostracismo a los seres más desgraciados").
Quizás las instituciones sean barracas, quizás nosotros vulgares feriantes.
Saludos

8:56 a. m.  
Blogger José L. Muñoz Expósito dijo...

Leo, el descanso no llega con la desparición de la Niña, sino con el desembuche, con la confesión, con el contar que existía la culpa. Culpa que todos se quedaron dentro para "proteger" a la Niña de ser exhibida como una freak.

Por lo demás, estoy de acuerdo con la apreciación: no me resulta fácil, en estos casos, el no mojarme. Pero mi juicio moral no es en contra del incesto ni de sus "posibles" consecuencias, sino sobre las personas y sus decisiones, sobre la sociedad y sus actuaciones. Critico no la culpa sino las formas de castigo....

Un abrazo.

1:22 p. m.  
Anonymous Anónimo dijo...

Todos callamos en algún momento, por un fin que consideramos bueno, cuando hablamos (contamos), sólo relajamos males y sentimientos; no puedo estar de acuerdo con el descanso porque no existe una lucha que sigua evitando un futuro para otros incierto.

8:56 p. m.  
Anonymous Anónimo dijo...

Triste y brutal historia. Nada de descanso, lucha por mejorar las cosas. Quizás las instituciones del diecinueve fueran barracas, las de hoy no, gracias a Dios. Más humanidad para con los "diferentes" y más valentía para afrontar actuaciones menos decorosas, para asumir las consecuencias de nuestros actos y no esconderlas. Hace algunos años todavía salían de vez en cuando en las noticias casos similares... Yo liberaría a todas "las niñas" y encerraría a los padres en la cuadra de por vida. Y demasiado piadosa me parece tal resolución.

1:11 p. m.  

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