Asistente Social, IX
Su cuerpo. Esa era la única forma de poder, de violencia, de la que Lucía pudiera ser ejecutora. Me siguió resignada y silenciosa cuando la rodeé para abrir la puerta del patio. Era estrecho y largo, lleno de viejas macetas – ficus, geranios y pitas - regadas únicamente por la lluvia. Sus propias hojas, caídas sobre los arriates, cerraban una especie de ciclo mortal y deprimente. Al fondo, una puerta doble como de caballeriza. El batiente de arriba estaba abierto, pero la verticalidad de los rayos de sol mantenía la cuadra en la más completa oscuridad.
A medida que me acercaba, mis pasos fueron más y más lentos. No era miedo, ahora lo sé . Era… algo que no existe, algo que sólo sé llamar presentimiento. Sentí… cómo mi corazón fue capaz de conectar y correlacionar muchos más datos de los que mi cerebro simple consignaba. Ya en aquella puerta, sin columbrar nada en la tal boca del averno, oí una respiración fatigosa, casi asmática. Miré a Lucía, y me extrañé de la ambivalencia en su expresión. Una parte de su gesto me apuntaba: continúa, acaba con esto; en la otra sólo se leían súplicas silenciosas.
Entonces localicé un viejo interruptor en la puerta de la cuadra. Lo accioné, sin dudar. Sólo entreví una sombra que se escabulló tras un pesebre. Todo estaba sucio y roto, lleno de paja vieja. Justo a mis pies, rosadas manchas de sangre en el suelo. Me volví para mirar de nuevo a Lucía.
- No es lo que se piensa. No le pasa nada. No le hemos hecho nada. Sólo que la Niña ya es mujer, desde hace un mes. Es mujer y no lo entiende.
La Niña volvió a gritar.
A medida que me acercaba, mis pasos fueron más y más lentos. No era miedo, ahora lo sé . Era… algo que no existe, algo que sólo sé llamar presentimiento. Sentí… cómo mi corazón fue capaz de conectar y correlacionar muchos más datos de los que mi cerebro simple consignaba. Ya en aquella puerta, sin columbrar nada en la tal boca del averno, oí una respiración fatigosa, casi asmática. Miré a Lucía, y me extrañé de la ambivalencia en su expresión. Una parte de su gesto me apuntaba: continúa, acaba con esto; en la otra sólo se leían súplicas silenciosas.
Entonces localicé un viejo interruptor en la puerta de la cuadra. Lo accioné, sin dudar. Sólo entreví una sombra que se escabulló tras un pesebre. Todo estaba sucio y roto, lleno de paja vieja. Justo a mis pies, rosadas manchas de sangre en el suelo. Me volví para mirar de nuevo a Lucía.
- No es lo que se piensa. No le pasa nada. No le hemos hecho nada. Sólo que la Niña ya es mujer, desde hace un mes. Es mujer y no lo entiende.
La Niña volvió a gritar.
2 Comentarios:
El tema del incesto y sus monstruosas consecuencias strikes again. Tienes la oportunidad de ofrecer una visión, un giro en el final del relato, que redima a la pareja incestuosa de los males morales o genéticos.
Esas gotas de sangre en la paja son indudable huella de autor.
Saludos.
Esas son las ideas que querido tramistir en Asistente Social: es posible la redención? es posible separar lo moral de lo genético? es una realidad la afirmación "society is guilty" o sólo echamos balones fuera? Ya juzgarás por tí mismo en AS X, que es la última entrega (pa mañana)
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