Rojo y Negro - con rayas blancas -
The White Stripes
No se trata de Sthendal (los canónicos de la literatura están exentos). Son los colores que identifican a The White Stripes. Nítidos como su propia música. Música popular (los melómanos clásicos pueden dejar de leer).
En ocasiones la vida concede la gracia de que algo nos guste (mucho) y nos permite explorar esa sencilla pasión sin severos efectos adversos. A veces salimos de la indiferencia y saltamos como depredadores hambrientos sobre los aromas de lo inútil.
Todo un privilegio escapar de la apatía del desfile y poder seguir la carrera de una formación musical que no defrauda tus expectativas, revivir esa fascinación adolescente que te lleva a buscar rarezas en las cajas de las tiendas de discos, recopilaciones de caras B, conciertos piratas... Pasiones adictas a la fidelidad.
Los adictos a la música (los melómanos son otra tribu) podemos seguir en el tiempo la corriente oculta de nuestras preferencias, para descubrir que hay un cordón trasparente que, por ejemplo, une a Sonic Youth con The Pixies y se prolonga a través de los White Stripes hacia algo por venir. Y rastreando en precedentes o precuelas, encontrar a MC5 o a los Stooges. Y perderse un poco en los cruces de caminos.
White Stripes encarna la potencia del rock de garaje, la influencia del blues teñido de blanco, la toxicidad del punk, los requerimientos juguetones de la experimentación musical. Más allá de los hallazgos melódicos, del sabor bourbonico (monárquicos abstenerse), del retro rock de raíces Detroit, además de todo eso, nos encontramos con un duo (guitarra-batería) con la apasionada intención de llevar hasta donde se pueda esta precaria estructura musical y sus recursos expresivos. Más con menos o la nuevamente halagada teoría del despojamiento.
Elephant (2003) es posiblemente su disco más emblemático. Grabado con equipos analógicos y con técnicas de producción propias de los años 70, trasmite una fuerza visceral y elegante. Pero hay otros discos igualmente interesantes que esbozan una obra tan coherente como intensa: The White Stripes (1999), De Stjil (2000), White Blood Cells (2001) o el reciente Get Behind Me Satan (2005), demonizado por cierta crítica cool pureta que lo considera excesivamente producido o experimental.
White Stripes son un grupo con una trayectoria sólida y un estilo propio reconocible. Supongo que ahora toca recibir palos, encajarlos con estoica indiferencia. Ya no se les puede atacar con los argumentos tópicos de la prensa musical: es un grupo pasajero, un bluff transitorio, una creación de la industria. Toca sentirse defraudado, mirar hacia atrás con ira, etc. Aguantarán las tarascadas.
Hay más sofisticación sonora en su último disco, cierto; se aprecia la búsqueda de otras vías, el intento de escapar a las estrictas reglas del duo guitarra / batería, arreglos que demuestran la vitalidad imaginativa de Jack y Megg White (antiguo matrimonio divorciado pero al parecer bien avenido en lo musical). El propio Jack White con su proyecto en los Raconteurs ha buscado desasirse transitoriamente de la rigida estructura de duo para divertirse en el fango pandillero (muy recomendable el Broken Boy Soldier, para todos los públicos).
La música está ahí, nunca antes tan a nuestro alcance, como uno de los más poderosos placeres que le son dados al ser humano
En ocasiones la vida concede la gracia de que algo nos guste (mucho) y nos permite explorar esa sencilla pasión sin severos efectos adversos. A veces salimos de la indiferencia y saltamos como depredadores hambrientos sobre los aromas de lo inútil.
Todo un privilegio escapar de la apatía del desfile y poder seguir la carrera de una formación musical que no defrauda tus expectativas, revivir esa fascinación adolescente que te lleva a buscar rarezas en las cajas de las tiendas de discos, recopilaciones de caras B, conciertos piratas... Pasiones adictas a la fidelidad.
Los adictos a la música (los melómanos son otra tribu) podemos seguir en el tiempo la corriente oculta de nuestras preferencias, para descubrir que hay un cordón trasparente que, por ejemplo, une a Sonic Youth con The Pixies y se prolonga a través de los White Stripes hacia algo por venir. Y rastreando en precedentes o precuelas, encontrar a MC5 o a los Stooges. Y perderse un poco en los cruces de caminos.
White Stripes encarna la potencia del rock de garaje, la influencia del blues teñido de blanco, la toxicidad del punk, los requerimientos juguetones de la experimentación musical. Más allá de los hallazgos melódicos, del sabor bourbonico (monárquicos abstenerse), del retro rock de raíces Detroit, además de todo eso, nos encontramos con un duo (guitarra-batería) con la apasionada intención de llevar hasta donde se pueda esta precaria estructura musical y sus recursos expresivos. Más con menos o la nuevamente halagada teoría del despojamiento.
Elephant (2003) es posiblemente su disco más emblemático. Grabado con equipos analógicos y con técnicas de producción propias de los años 70, trasmite una fuerza visceral y elegante. Pero hay otros discos igualmente interesantes que esbozan una obra tan coherente como intensa: The White Stripes (1999), De Stjil (2000), White Blood Cells (2001) o el reciente Get Behind Me Satan (2005), demonizado por cierta crítica cool pureta que lo considera excesivamente producido o experimental.
White Stripes son un grupo con una trayectoria sólida y un estilo propio reconocible. Supongo que ahora toca recibir palos, encajarlos con estoica indiferencia. Ya no se les puede atacar con los argumentos tópicos de la prensa musical: es un grupo pasajero, un bluff transitorio, una creación de la industria. Toca sentirse defraudado, mirar hacia atrás con ira, etc. Aguantarán las tarascadas.
Hay más sofisticación sonora en su último disco, cierto; se aprecia la búsqueda de otras vías, el intento de escapar a las estrictas reglas del duo guitarra / batería, arreglos que demuestran la vitalidad imaginativa de Jack y Megg White (antiguo matrimonio divorciado pero al parecer bien avenido en lo musical). El propio Jack White con su proyecto en los Raconteurs ha buscado desasirse transitoriamente de la rigida estructura de duo para divertirse en el fango pandillero (muy recomendable el Broken Boy Soldier, para todos los públicos).
La música está ahí, nunca antes tan a nuestro alcance, como uno de los más poderosos placeres que le son dados al ser humano
5 Comentarios:
Leo, me gustaría me explicaras la diferencia entre melómano y adicto a la música, me parece interesante.
En cuanto a los tíos estos, voy a "comprarlo" ahora mismo y ya te contaré.
A priori: la palabra experimental me produce rechazo por la tergiversación de la que es objeto y por el camuflaje que produce. El campo de significado inicial de la palabra lo acepto como necesario e interesante para la evolución positiva de las cosas. Pero se puede utilizar la "experimentalidad" para esconder mala calidad instrumental o creativa, para hacerse el freak con el objetivo de copar un mercado pequeño... indudablemente hay un público que lo que busca es lo "raro, raro, raro", y no siempre valora una mínima calidad musical. Este, estoy seguro, no es ni tu caso , ni el de los White Stripes.
Los oigo y te cuento. Saludos resacosos....
Es una diferenciación algo forzada, paródica. El melómano, en este contexto, sería el conocedor serio de la música, el que entiende una música con mayúscula ordenada alfabéticamente , el que piensa que música-música es sólo la clásica y sólo con ella alcanza ciertas cotas de placer estético, etc. El adicto a la música soy yo.
Si te pones con TWS te recomiendo empieces por Elephant y luego sigue por donde quieras.
Estos tipos no son ni malos instrumentistas ni freakis, ni raros ni leches. Escucha sin prejuicios, sin edad, sin memoria.
Saludos (para la resaca, como diría María, una Heineken).
Coincidimos entonces, en la diferencia. Era lo que yo pensaba. Gracias.
PS1 ¿Es posible escuchar sin prejuicios? (O leer, o relacionarse, o vivir?
PS2 Sí, ya é la respuesta, sé cuantitativo, cuanto menos, mejor.
PS3, o playstation3, a ver si la sacan de una p. vez
Al abordaje!
Por cierto, evocadoras portadas.
Piet Mondrian se sentiría alagado
HALAGADO no alagado: creo que ha hecho agua la embarcación de Mondrian
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