lunes, diciembre 18, 2006

Re-Visiones I: Ana Karenina












En 1935, el productor David O. Selznick y el director Clarence Brown filman una nueva versión del clásico de Tolstoi. Para el rol de Ana, eligen a Greta Garbo, que retoma un papel ya interpretado en la versión muda de 1927. No es mala elección: pocos rostros parecen tan perturbadores como el de la Garbo (o el que uno imagina para la heroína – o antiheroína – rusa). En Greta, el alzado de cejas tan vampirescamente femenino, la mirada ligeramente estrábica, y la dureza de rasgos tan poderosa conforman una de las expresiones más grandes de la historia del cine.

Pero la película no sería la obra maestra que es si se sustentara tan sólo en la Garbo. Trabaja magníficamente un sobrio Fredrich March, en el papel de Vronsky, luciendo un bigotito que en tiempos tuvo que poblar los sueños eróticos de muchas, y, me atreveré a decir, de muchos. El hijo de Ana Karenina, Sergei, es interpretado por Freddie Bartholomew, el niñito pijo de Capitanes Intrépidos (1937) (aaaaay mi pescadito….). Una dulcérrima Kitty corre a cargo de la aún muy joven Maureen O’Sullivan. Pero el mejor trabajo, a mi entender, lo realiza un impecable Basil Rathbone, el más famoso de los sherlocks de la pantalla, interpretando a Karenin, el marido cornudo. Su pose hierática a pesar de las tempestades internas y externas, de la lucha entre las pasiones, los sentimientos y la posición social es en verdad memorable.

Mas, ay, no tan memorable es la sobreactuación de Vronsky y Karenina con un tramposo fondo que simula, en mala pintura, el Gran Canal de Venecia. Ni en las peores representaciones de los dramas neoclásicos en un festival de verano puede verse tal engendro. Tampoco la señora Garbo se libra: el alzar las manos a su frente mientras declama como en juegos florales empaña, aunque muy ligeramente, el resultado de la película.

A destacar la labor del realizador, Clarence Brown. La escena inicial de los oficiales rusos cantando canciones militares, con la cámara barriendo hacia atrás por toda la mesa es auténticamente de escuela de cine. Así como el final, en la estación de tren, la música estridente que recuerda el oleaje, y el mover pesado de los primeros instantes de las ruedas y… ya se sabe el final.

Respecto a la calidad de la adaptación de la obra original, es de mencionar la práctica anulación de la pareja Kitty-Levin por los más dramáticamente atractivos Vronsky-Ana. Y eso que Levin no es, en la novela, más que un trasunto del propio conde León Tolstoi y que su hijo fue “consultado” para la película. También es interesante mencionar la desaparición de dos detalles escabrosos: el patético intento de suicidio de Vronsky y el nacimiento del hijo en común de Vronsky y Ana.

Ciertas facilidades electrónicas permiten un visionado fácil y barato de grandes películas olvidadas por los circuitos y los video-clubs. Y este ha sido el caso.

6 Comentarios:

Anonymous Anónimo dijo...

Parece, mosquetero, que no acaba de convencerte el resultado de la película. Y te doy la razón, yo que quise tanto a Greta (tanto como a Glenda), a Margarita de Suecia, Mata-Hari, Ninotchka. No es novela para película, y no solo por un problema obvio de metraje. Los ebrios oficiales rusos estrellando su vozka contra el suelo y esa mesa de madera pegajosa (como la taberna donde un famoso agrimensor celebró un singular revolcón). Y la escena del hipódromo. Son las escenas que salvaría. El resto, se lo regalo entero a Hollywood, para su historia.

6:40 p. m.  
Anonymous Anónimo dijo...

Gracias por rescatar este clásico... Me encantan las pelis en blanco y negro, plagadas de divas y galanes. Esta peli tiene mucho encanto, pero coincido con los dos, hay escenas que mejor no echarle mucha cuenta.
Freddie Bartholomew me gustó mucho más en Capitanes Intrépidos.

7:36 p. m.  
Anonymous Anónimo dijo...

Rathbone pudo ser el Holmes más famoso. Pero el mejor fue Peter Cushing en el perro de los Baskerbille.

12:13 a. m.  
Blogger L Malaletra dijo...

Idea interesante: clásicos con sabor a literatura.

La escena en la que Greta Garbo aparece por primera vez, entre las nubes de vapor que desprende el tren que la trae a Moscú, es impresionante, muy "toma cine!", con su abrigo negro ajustado y esos ojos turbios del color del opio...

La idiotez varonil y disipada de los militares está bien representada en las escenas iniciales en las que beben vodka y se arrastran por debajo de la mesa, después de haber comido como cerdos...

Y el niño Bartolo es cursi haga lo que haga...

Imperdonable la omisión del gesto suicida del memo de Vronsky: acentuaba el matiz gili patético del vanidoso personaje

saludos
BON NATAL

2:36 p. m.  
Anonymous Anónimo dijo...

Estupendo mirar cine en el blog.

Pocas veces me gustan las representaciones en pantalla de clásicos de la literatura.
Las considero "otra mirada".
Hay muestras estupendas en cine negro (El halcón maltés)o la inigualable Blade Runner....
De acuerdo con algunas escenas mencionadas de la película: barrido sobre la mesa de oficiales, la llegada del tren...
Vronsky con su alineado bigotito, su gorra militar un poco ladeada y la chaqueta sobre los hombros....me hace pensar que la Garbo estaba muy desesperada.
Se nota mucho la pátina brumosa que envuelve a Ana y la coloca en la estratosfera dramática. Cierta sobreactuación que me aleja de sus filas.

Sumádome a los espectadores de algunos clásicos del cine con sabor a literatura voy a nombrar una de las películas más encantadoras para mí, que suelo ver -como ritual- en estas épocas del año: DOCTOR ZHIVAGO -David Lean- Basada en el libro de Pasternak.
Los ojos de Omar Sharif -como en Lawrence de Arabia-...........

9:53 p. m.  
Anonymous Anónimo dijo...

Gela, yo también voy a recomendar Ojos Negros de Mijailov, que dá vuelo a la dama del perrito de Chejov.
Lots of kisses.

1:01 p. m.  

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