Música Límbica
Capítulo 1: la entraña errante
Caminaba a grandes zancadas, procurando entrar en calor con el movimiento enérgico de sus piernas. Lisboa en diciembre podía ser una ciudad fría, a pesar de la tibia humedad que parecía desprenderse del anchuroso delta del Tajo. Echando un rápido vistazo a su reloj de bolsillo, Alfonso Mora verificó que la tarde se acercaba a las ocho. Una tenue tela de vapor de agua empañaba la esfera. La luz de las farolas iluminaba la acera brillante y el vaho de su respiración se agitaba en torno al rostro sin afeitar.
La morgue se encontraba en la planta baja del Juzgado, un edificio señorial, lóbrego. Como ayudante del cirujano forense, era obligación del pulcro señor Mora tener preparados los cadáveres en la sala de autopsias. Y junto a ellos, el instrumental de disección, reluciente y ordenado sobre la mesa de aluminio. En el sótano, un umbrío recinto que rezumaba el aroma dulzón de la muerte, los cadáveres se disponían en camillas paralelas junto a las paredes encaladas, esperando a ser desentrañados. Los cuerpos inmóviles yacían cubiertos por sábanas viejas, donde las manchas dibujaban mapas de ocres contornos. Sólo descubierto un pie, de cada dedo pulgar colgaba, atada por una delgada cuerda, una etiqueta de cartón con la identificación del difunto.
Alfonso descolgó la bata del gancho situado tras la puerta y observó la sala con tranquila familiaridad. No obstante, el trabajo de esta noche era especial: un ilustre cadáver, descubierto en su cama, anegado en sangre, el pecho perforado por un sin fin de cuchilladas, le esperaba en el sótano.
Miró las arrugadas etiquetas de cartón hasta dar con la que buscaba. No sin cierta ceremonia, agarró los extremos de la sábana y tiró de ella hacia arriba y a un lado. Un irritante olor inundó sus fosas nasales y le hizo toser; por un momento los ojos lagrimearon y no pudo discernir con claridad qué era aquel manchón oscuro al final del cuerpo inerte.
Se acercó a la cabeza del muerto para descubrir con espanto que el cráneo había sido serrado y la sanguinolenta calota craneal, como el caparazón peludo de una tortuga, depositada sobre los genitales del cadáver. La cabeza era un recipiente hueco y membranoso: el cerebro de Asunsao Lopes, el más insigne poeta luso de fin de siglo, había sido robado.
EN VENTA
A cualquier escritor en ciernes que atraviese una mala racha de inspiración se ofrece este inicio de relato a buen precio. Los interesados pónganse en contacto con el autor dirigiendo sus comentarios y ofertas a Doc L. En el probable caso de no encontrar comprador, el autor se ofrece a recibir sugerencias para su adecuada continuación con la desinteresada colaboración de los visitantes del blog. Envíen sugerencias, textos, creación de personajes, descripciones o adjetivos a la atención del autor, dirigiendo sus comentarios a Doc L. Gracias.
La morgue se encontraba en la planta baja del Juzgado, un edificio señorial, lóbrego. Como ayudante del cirujano forense, era obligación del pulcro señor Mora tener preparados los cadáveres en la sala de autopsias. Y junto a ellos, el instrumental de disección, reluciente y ordenado sobre la mesa de aluminio. En el sótano, un umbrío recinto que rezumaba el aroma dulzón de la muerte, los cadáveres se disponían en camillas paralelas junto a las paredes encaladas, esperando a ser desentrañados. Los cuerpos inmóviles yacían cubiertos por sábanas viejas, donde las manchas dibujaban mapas de ocres contornos. Sólo descubierto un pie, de cada dedo pulgar colgaba, atada por una delgada cuerda, una etiqueta de cartón con la identificación del difunto.
Alfonso descolgó la bata del gancho situado tras la puerta y observó la sala con tranquila familiaridad. No obstante, el trabajo de esta noche era especial: un ilustre cadáver, descubierto en su cama, anegado en sangre, el pecho perforado por un sin fin de cuchilladas, le esperaba en el sótano.
Miró las arrugadas etiquetas de cartón hasta dar con la que buscaba. No sin cierta ceremonia, agarró los extremos de la sábana y tiró de ella hacia arriba y a un lado. Un irritante olor inundó sus fosas nasales y le hizo toser; por un momento los ojos lagrimearon y no pudo discernir con claridad qué era aquel manchón oscuro al final del cuerpo inerte.
Se acercó a la cabeza del muerto para descubrir con espanto que el cráneo había sido serrado y la sanguinolenta calota craneal, como el caparazón peludo de una tortuga, depositada sobre los genitales del cadáver. La cabeza era un recipiente hueco y membranoso: el cerebro de Asunsao Lopes, el más insigne poeta luso de fin de siglo, había sido robado.
Leopoldo Elvira
EN VENTA
A cualquier escritor en ciernes que atraviese una mala racha de inspiración se ofrece este inicio de relato a buen precio. Los interesados pónganse en contacto con el autor dirigiendo sus comentarios y ofertas a Doc L. En el probable caso de no encontrar comprador, el autor se ofrece a recibir sugerencias para su adecuada continuación con la desinteresada colaboración de los visitantes del blog. Envíen sugerencias, textos, creación de personajes, descripciones o adjetivos a la atención del autor, dirigiendo sus comentarios a Doc L. Gracias.
15 Comentarios:
Doc, ¿quieres decir que te lo enviemos al email o que comentemos aquí?
Aguanto mis opiniones, sugerencias y propuestas hasta que me confirmes...(o reconfirmes, ya sabes...)
El inicio del relato es prometedor, sin lugar a dudas, y tentadora es la oferta de continuarlo... Pensaré sobre ello. Al email o al blog? Mis dudas coinciden con las de jl.
La experiencia podría resultar interesante. Quizás menos caótico si cada uno va añadiéndole por turnos nuevos elementos, y va completándose y creciendo poco a poco. Por ejemplo, jl podía comenzar escribiendo algo, inventando algún personaje y añadiéndole el texto. Y alguien más continuarlo. De lo contrario te encontrarás con un montón de material diversificado en distintas historias... Que también podría ser, que cada cual imagine un relato distinto partiendo desde el principio.
Que dices, Doc? Que decís, chicos/as?
Pero realmente creeis que este relato tenga varias maneras de continuarlo?
Puesa mi no me gusta nada que se venda,creo que sólo el padre de la criatura puede ser Doc L
!!!no a la música límbica prostituida¡¡¡
Un par de sugerencias: Moura mejor que Mora, Asumpçao que lo otro...
No me gustan las historias de muchas manos, preferería otras opciones... pero salga lo que salga, p'alante
Sería más interesante que hablar sobre metodología el envio de textos (cortos) que pudieran ir acoplandose a esta historia (a través del blog) como un rompecabezas sin patrón definido: personajes que aporten voces, pasado, recuerdos, disquisiciones sobre el poeta, el asesinato y robo cerebral, algún poema del muerto, etc. No una linea argumental cerrada, sino distintas visiones que surjan a partir de el inicio del relato y que nos dieran una panorámiza bizarra del personaje y su historia.
Algo así...
Solo pretendía abrir una puerta a la participación o ganar unas perras como negro literario.
Ecos tortuosos sobre adoquines de Alfama
Miro hacia la calle repitiendo palabras que amordazastes
y ahora, efímeras, te ignoran
Encrucijada horadada por el olvido
Destierro el gesto de desentrañar tu memoria
Busco pasadizos, travesías orgánicas
que encaucen la tortura del recuerdo
Seguiré reservando los cuadernos de cubiertas azules para tus escritos
Más señorita Clampina, más...!
Enormes versos.
Abro, una y otra vez, la misma página con esos versos que me dejastes:
Mi tibia sombra se distenderá en el cálido resquicio de tu espera..."
Señorita Elsa, su dimensión como personaje es deslumbrante. Cuentenos cosas de si misma, de su vinculación con el poeta asesinado, su visión de los hechos (sea o no la causante de las cuchilladas, sea o no la autora del robo cerebral).
A sus pies.
Abofetea una brisa con filos de escarcha.
Desde este mirador del Barrio Alto, como tantas veces, desato una memoria cercana.
Un Tajo soberbio sigue lamiendo orillas resquebrajadas.
Ceremonia insaciable que extiende tejidos de podredumbre por esta ciudad en ruinas.
Quiero reencontrarme con esa mirada que anestesia y araña.
Recorrimos desgastados senderos del Jardim da Estrella. Algunas de esas hojas embarradas recordarán tu impronta, viejo cínico diáfano y tormentoso.
Me acostumbré a tu insondable nostalgia de tiempos imposibles; el afilado ángulo de tus monólogos en penumbra.
Hemos vuelto a encontrarnos, casi todos, en ese lúgubre café de la Rua Sao Bento. Ritual de estropicios literarios que tu sedienta miopía alentaba.
Silencios proclives a la evocación tristona, voces trazadas con cadencias añejas envolvieron la tarde
El brillo lúdico lo desplegó Rui Trindade. Apostó sobre las inciertas posibilidades que encubrían la escisión de tu brillante calota.
Permanecí replegado en mi timidez, sin atreverme a insinuar la convencida impresión de que tú, amigo mío, sigues jugando con tu memoria en un guiño inagotable de imposturas.
"permanecer en lo imposible"
y ella, sigue esperando...
Señor Boaventura, Señora Elsa, la próxima entrega es suya.
A sus pies.
I just wanted to make a quick comment to say I’m glad I found your blog. Thanks
Este fue un buen artículo para leer, gracias por compartirlo.
Publicar un comentario
<< Home