Padre amantísimo
Apenas siento su peso sobre el colchón, pero se que está, como otras noches, sentado inmóvil al borde de la cama. Si abro lo ojos lo veré recortado en la tenue claridad del hueco de la puerta. Una sombra quieta. Prefiero permanecer así, con los ojos cerrados, sin moverme, la cabeza vuelta hacia la pared, agarrando mis muñecos entre los brazos.
Escucho su respiración: una máquina rítmica y fría. No podré dormir hasta que se marche, sin ruido, a su habitación. Adivino como se inclina hacia mí, como se aproxima y me observa. Detenidamente repasará la línea oscura de mis cejas, los párpados, la curva de mis mejillas.
Susurra, fundidas sus palabras en la oscuridad del cuarto, y puedo oírle: “...sólo tu vida ...hija mía”.
Creerá que me despierta por las mañanas su voz cantarina de buenos días. Creerá que me hace cosquillas con la punta rígida de sus manos, que imagino grises y voraces como las arañas ciegas de los cuentos. Pero yo estaré esperándole, ensayando un despertar falso, mientras escucho a los vecinos andar por el techo, a los coches arrancando perezosos en la calle. Llegará envuelto en el olor dulce de la crema de afeitado, húmedo el pelo de la ducha. Creerá que cada día le ofrece una oportunidad porque el agua lo bautiza y purifica, porque repite los mismos ritos que inician la vida.
En el coche me aprieta el cinturón, por mi seguridad, hasta que no puedo moverme, ni apenas respirar. Siempre tan preocupado por mí. Veo su nuca rígida por cima del asiento y al girar la cabeza un gesto de obstinación que le arruga la cara. Cuando horas más tarde me recoja del colegio, el simulacro de alegría no podrá esconder las señales de la derrota. Acude cada mañana a su trabajo con la intención más firme, resuelto y vigilante, para volver despedazado y triste. Entonces acentúa sobre mi las miradas de ternura sin consuelo, de naufrago que encuentra al fin el signo que aleja la catástrofe. Reconcentra de tal manera sus ojos acuosos en mí, cuando me cree distraída coloreando cuadernos de dibujo, que siento una extraña forma de dolor.
Es por eso que decidí no resistir, y me entregué a su duelo. Me abandoné a su amor desgarrado como a las inevitables mareas, a la destrucción de los huracanes. A la desesperada aflicción de los animales.
...
Apenas distingo su cara enterrada en la almohada. Verlo tan viejo me envejece. Se borra su sombra yaciente en la oscuridad del dormitorio. La persiana deja pasar la luz de las farolas, atenuada en la ondulación de los visillos. La respiración se apaga, como una vieja locomotora rendida al óxido. Piensa que no lo sé: la enfermedad lo consume. Un ejército de cangrejos excavando galerías en su cuerpo.
Hasta aquí te he acompañado, hasta el borde de tu cama.
Reposa sin peso sobre el colchón. Me acerco un poco. Cree que no me doy cuenta, pero percibe mi gesto, como percibirá mis palabras al susurrarle: “papá... cuando te mueras...”.
Escucho su respiración: una máquina rítmica y fría. No podré dormir hasta que se marche, sin ruido, a su habitación. Adivino como se inclina hacia mí, como se aproxima y me observa. Detenidamente repasará la línea oscura de mis cejas, los párpados, la curva de mis mejillas.
Susurra, fundidas sus palabras en la oscuridad del cuarto, y puedo oírle: “...sólo tu vida ...hija mía”.
Creerá que me despierta por las mañanas su voz cantarina de buenos días. Creerá que me hace cosquillas con la punta rígida de sus manos, que imagino grises y voraces como las arañas ciegas de los cuentos. Pero yo estaré esperándole, ensayando un despertar falso, mientras escucho a los vecinos andar por el techo, a los coches arrancando perezosos en la calle. Llegará envuelto en el olor dulce de la crema de afeitado, húmedo el pelo de la ducha. Creerá que cada día le ofrece una oportunidad porque el agua lo bautiza y purifica, porque repite los mismos ritos que inician la vida.
En el coche me aprieta el cinturón, por mi seguridad, hasta que no puedo moverme, ni apenas respirar. Siempre tan preocupado por mí. Veo su nuca rígida por cima del asiento y al girar la cabeza un gesto de obstinación que le arruga la cara. Cuando horas más tarde me recoja del colegio, el simulacro de alegría no podrá esconder las señales de la derrota. Acude cada mañana a su trabajo con la intención más firme, resuelto y vigilante, para volver despedazado y triste. Entonces acentúa sobre mi las miradas de ternura sin consuelo, de naufrago que encuentra al fin el signo que aleja la catástrofe. Reconcentra de tal manera sus ojos acuosos en mí, cuando me cree distraída coloreando cuadernos de dibujo, que siento una extraña forma de dolor.
Es por eso que decidí no resistir, y me entregué a su duelo. Me abandoné a su amor desgarrado como a las inevitables mareas, a la destrucción de los huracanes. A la desesperada aflicción de los animales.
...
Apenas distingo su cara enterrada en la almohada. Verlo tan viejo me envejece. Se borra su sombra yaciente en la oscuridad del dormitorio. La persiana deja pasar la luz de las farolas, atenuada en la ondulación de los visillos. La respiración se apaga, como una vieja locomotora rendida al óxido. Piensa que no lo sé: la enfermedad lo consume. Un ejército de cangrejos excavando galerías en su cuerpo.
Hasta aquí te he acompañado, hasta el borde de tu cama.
Reposa sin peso sobre el colchón. Me acerco un poco. Cree que no me doy cuenta, pero percibe mi gesto, como percibirá mis palabras al susurrarle: “papá... cuando te mueras...”.
Texto: Leopoldo Elvira
15 Comentarios:
El relato no puede estar mejor escrito, me parece una manera muy poderosa de narrar.
La historia se desvanece entre los dedos, quizá intencionadamente. ¿Se habla de enfermedad? ¿Del padre, de la hija? ¿O se trata simplemente (si eso pudiera ser simple) de la enfermedad de todos: la vida?
Magistral, doc L.
PS1: Náufrago en vez de naufrago.
PS2: Una niña con muñecas narrando con esta carga literaria es poco verosímil, a no ser que se estén narrando en tiempo presente recuerdos de la infancia. Un breve toque temporal ab initio arreglaría el problema (si es un problema)
Estimado D´A:
Este es un relato que hay que manejar con cuidado, quizás por eso se desvanece un poco (intencionadamente), se difumina en los bordes.
El padre la observa desde el borde de la cama mientras ella simula dormir, al principio del texto; al final es ella quien lo observa morir desde el borde del lecho.
Esta escrito "desde el final", desde la edad adulta, dando voz a los recuerdos infantiles.
La historia breve de una vida donde quizás exista la sombra de un duelo, donde predomina una forma de "amor" axfisiante que nace de la necesidad, de la derrota, las soledad.
Las palabras finales deben dejar lugar a una interpretación personal: cuando tu te mueras... ¿qué?
Quizás esté cometiendo el error de explicar lo que no requiere más que complicidad e intuición.
Agradezco tu comentario.
Doc L
triste asi
mejor sin derrotas
muy bien
La voz que narra es la mirada que engloba
Mirar para nombrar la forma del que mira y es mirado
Centinela de un tiempo que releva y desvela
Mis entresijos se han removido
Me gusta pensar que ese narrador aparentemente adulto es la expresión de la infancia que como período de la vida ‘completo’ en sí mismo, no una muleta del adulto futuro, con pleno derecho a ejercer una madurez que simplemente no es la nuestra…
La mirada de un niño muchas veces hace sentir que esconde una conciencia cuya voz perfectamente podría ser la del relato.
En el interior de su atmósfera como solidificada he recordado también que inevitablemente la familia a veces es una forma de violencia: violencia pedagógica, emocional y desesperada, tanto como el miedo a la soledad.
Enhorabuena DocL.
Vandelvira tiene razón.
La piedra que se encuentra en los intestinos del relato es una más de las formas desesperadas y desesperanzadas de la violencia familiar.
Gracias por tu lectura.
¿Violencia como necesidad? ¿Como respuesta o incluso causa del amor? ¿Es la familia un equilibrio inestable, pulsante, terrible? ¿Es, por tanto, la familian nada más que una oposición momentánea y violenta a l aumento del desorden entrópico que nos acecha? Muy interesante, las lecturas. Gracias, Elvira y Vandelvira. Una nueva dimensión se abre ante mis ojos metafísicos...
Magnífico relato hecho con leves trazos descriptivos, con un trasfondo psicológico sobre la opresión, la sumisión,la soledad y y la culpa de padres/madres/ hijos amantisimos, que me ha emocionado.
Besos
Cronopia
Cronopia, te gustaría leer la condena -kafka-:
opresión-sumisión-culpa-soledad.......
"Queridos padres, os he querido siempre, pese a todo"
Un beso
Tienes la capacidad de desbaratar mentalmente cualquier escena de la vida cotidiana, mas aun si en apariencia es tierna o inocente para analizarlo desde un punto de vista triste, solitario, lúgubre, desesperanzado, asfixiante...
Esta linea de relatos me gusta y me resulta inquietante. De acuerdo con mucho de los adjetivos que se han expuesto.
También de acuerdo con PD2 de jose luis, la voz que narra parece poco creíble si habla desde el presente de una niña pequeña que duerme con muñecas... De hecho, son reflexiones que de hacerse se harían a una edad ya bastante avanzada... Una adolescente o una veinteañera no pensarían así.
Ahora bien, si la voz que habla es la de una persona adulta, ya hablamos de otra cosa.
Mi forma de entender a la supuesta niña: resentimiento por la hiperprotección paternal, sobre todo porque es consciente de que esta ultima tiene un origen nada altruista, nace del miedo a la soledad, considerándolo una actitud egoísta... Y nada bueno imagino que diría, si siguiese tejiendo su discurso al final del relato.
Otro relato pleno de ambigüedad, empeñado en dinamitar las visiones convencionales de lo cotidiano, "marca de la casa". Este tipo de relatos siempre me hacen plantearme preguntas técnicas, del tipo de cuál es su génesis, la idea y/o/u observación original (y en este caso pienso en ese fragmento en que la niña mira la nuca de su padre desde el asiento de atrás del coche, y le doy la vuelta buscando una posible respuesta). También me pregunto cómo cobra vida el personaje, si lo hace a través del lenguaje (aunque el recorrido sea corto en este caso, por ser un relato breve), a través de la lógica del discurso, o si es expresión factual de una idea clara desde antes de escribir la primera palabra, o si es exploración sobre una levísima idea (=sensación, intuición, imagen) inicial... Esta pregunta me la hago por el recurrente efecto de distorsión al final (la tentación del mal sobrevolando todo el relato, finalmente se hace palabra), y por mi propia y equívoca relación con mis personajes, que me ha demostrado cuán llenos de vida están (a veces más que su autor).
En cuanto a si está escrito desde el presente o el futuro, creo que queda claro en el párrafo que empieza por "es por eso que decidí no resistir", además de por el estilo de reflexión, implacable y casi gótico ("hasta aquí te he acompañado"). Una voz siempre incómoda, viscosa, que esta vez muestra por momentos un cierto afectamiento inusual en el autor... ¿Estás imitando una voz femenina?
En fin, estupendo, como siempre.
P.D.: Para aportar al debate, recuerdo lo que leí hace un tiempo acerca de una novela de Marcos Giralt Torrente (no, la novela no la leí, para eso están las contraportadas): "la familia como espejo en el que envilecerse".
Tus escritos llegan a lo más profundo y los sentimientos fluyen en cada palabra leida.
Me impresionan tanto las expresiones de esta relación:
"una máquina rítmica y fría"
"Creerá que cada día le ofrece una oportunidad"
Ante todo FELIZ NAVIDAD (je, je)
...
y agradecer vuestras lecturas.
Me gusta el calificativo: "capacidad de desbaratar" (L); en el fondo si escribir vale la pena es por la posibilidad de desbaratar lo cotidiano, volverlo del revés o sugerir una mirada "viscosa"(Ab)que yo preferiría llamar incómoda, tensa.
Si al final el texto consigue trasmitir algo a alguien (Cr, Q, An), romper una coraza (Q), si logra enganchar con la complicidad de un lector y podemos compartir un fugaz fantasma, la experiencia es completa. No obstante, pienso que la escritura suele ser un vicio solitario y oscuro.
Mantener la ambigüedad, un cierto malestar (parecen flotar densas medusas en la atmósfera del cuarto) o una tenue inquietud, era uno de los objetivos del relato. Algunas cosas no escritas pasan por la cabeza del que lee, del que escribe.
Se plantea (Ab) un tema que me parece muy interesante pero que no creo que quepa aquí: el origen y las partículas elementales de la escritura. Una leve impresión genera una exploración que a su vez deriva en un texto que como un sueño obliga a un trabajo secundario, una elaboración que adquiere forma de cuento...
Creo que sublimamos antiguas curiosidades: el niño mete el palito en el hormiguero, a ver que pasa.
Saludos
Doc L
emociones
"Una sombra quieta....agarrando mis muñecos
Su respiración, una máquina rítmica y fría
No podré dormir hasta que se marche...
Punta rígida de sus manos que imagino grises y voraces
Envuelto en olor dulce...
No puedo moverme, ni apenas respirar"
Corriente subterránea: cuento de miedo infantil. Más inquietante cuanto más se entremezcla con el desvelo de una hija hacia su adorable? padre herido, que cubre su debilidad.
Aullan muchas voces en este cuento
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