Vida de Bunny - 2
II
¿Cuánto puede crecer un cobaya? ¿Durante cuánto tiempo? Veinticinco centímetros, kilo y medio, 7 años...
Bunny rebasó largamente cualquier expectativa.
El peluche amable de titilantes bigotes fue un día, súbitamente, un cerdo peludo, voraz y silencioso. La jaula de barrotes blancos y rueda de ejercicios se hizo pronto insuficiente; pasó a una caja de cartón de embalar televisores, también colmada en pocas semanas por su grasiento cuerpo. Y de la caja, a deambular libremente por la casa sobre unas minúsculas patas. Arañando el suelo con sus uñas traslúcidas. Un leve siseo al arrastrase por el piso. Mi mujer está encantada con el crecimiento de Bunny. Hasta que le fue posible, lo pesaba todas las semanas en la báscula del baño.
Al principio con guantes y pinzas, directamente con los dedos desnudos ahora, Marta se dedica a retirar sus excrementos, repartidos por las esquinas de la casa. Oscuras e inodoras croquetas que observa sobre la palma de su mano como examinaría un médico las heces de un paciente o una pitonisa escrutaría el futuro en los restos del té.
Bunny..., ¿cómo seguir llamando así a un cobaya de 25 kilos?
Lo veo deslizarse lento, como un felpudo, arrastrando el vientre, silencioso. No parece inmutarse por nada. Sé que me observa de reojo, con turbio disimulo. Y para Marta, todo esto es normal.
Por las noches el animal se acoge al calor de los pies de nuestra cama. Prefiero pasar la noche en el sofá del cuarto de invitados. No soporto su contacto. Desde hace meses duermo allí. Algo natural. Y Marta tan radiante, feliz. No discutimos, soy invisible excepto para los torcidos ojos del bicho. Ella le recrimina paciente y cariñosa cuando lo descubre royendo las patas metálicas de la mesa de la cocina.
Lo veo atravesar el pasillo, de habitación a habitación, y no me atrevo a patearlo.
¿Cómo describir a esta babosa gigante disfrazada de conejo panzudo?
A esta anomalía que se desliza sin ruido, que alza la cabeza ensimismado en un rastro de olor, en un ruido inaudible que solo él percibe, mientras hace temblar su rosado y húmedo hocico. Recoge señales que flotan en el aire y a mí se me escapan. Un bulboso radar viviente.
Bunny rebasó largamente cualquier expectativa.
El peluche amable de titilantes bigotes fue un día, súbitamente, un cerdo peludo, voraz y silencioso. La jaula de barrotes blancos y rueda de ejercicios se hizo pronto insuficiente; pasó a una caja de cartón de embalar televisores, también colmada en pocas semanas por su grasiento cuerpo. Y de la caja, a deambular libremente por la casa sobre unas minúsculas patas. Arañando el suelo con sus uñas traslúcidas. Un leve siseo al arrastrase por el piso. Mi mujer está encantada con el crecimiento de Bunny. Hasta que le fue posible, lo pesaba todas las semanas en la báscula del baño.
Al principio con guantes y pinzas, directamente con los dedos desnudos ahora, Marta se dedica a retirar sus excrementos, repartidos por las esquinas de la casa. Oscuras e inodoras croquetas que observa sobre la palma de su mano como examinaría un médico las heces de un paciente o una pitonisa escrutaría el futuro en los restos del té.
Bunny..., ¿cómo seguir llamando así a un cobaya de 25 kilos?
Lo veo deslizarse lento, como un felpudo, arrastrando el vientre, silencioso. No parece inmutarse por nada. Sé que me observa de reojo, con turbio disimulo. Y para Marta, todo esto es normal.
Por las noches el animal se acoge al calor de los pies de nuestra cama. Prefiero pasar la noche en el sofá del cuarto de invitados. No soporto su contacto. Desde hace meses duermo allí. Algo natural. Y Marta tan radiante, feliz. No discutimos, soy invisible excepto para los torcidos ojos del bicho. Ella le recrimina paciente y cariñosa cuando lo descubre royendo las patas metálicas de la mesa de la cocina.
Lo veo atravesar el pasillo, de habitación a habitación, y no me atrevo a patearlo.
¿Cómo describir a esta babosa gigante disfrazada de conejo panzudo?
A esta anomalía que se desliza sin ruido, que alza la cabeza ensimismado en un rastro de olor, en un ruido inaudible que solo él percibe, mientras hace temblar su rosado y húmedo hocico. Recoge señales que flotan en el aire y a mí se me escapan. Un bulboso radar viviente.
9 Comentarios:
El bulboso radar viviente me recuerda más al "bicho" de Kafka que a otra cosa, o más bien, a cómo podría sentir un familiar de Gregor Samsa a éste convertido en insecto.
El paralelismo relación de pareja - bunny me parece magistral: ambos aumentan de tamaño en la misma proporción.
Yo no creo que ambos aumenten en la misma proporción, sino que Bunny aumenta mientras la relación de pareja disminuye... Es estupendo, me estoy diviertiendo mucho con el relato, me parece muy ingenioso.
Hablando de bichos, un querido amigo que ahora andará por Barcelona y que de vez en cuando visita el blog (va por tí, Paco)... escribió una historia kafkiana que creo merece ser resumida, un pequeño homenaje. Dos amigos empiezan a salir juntos hasta que a ambos les salen unas protuberancias bulbosas en la espalda que adquieren vida propia, aunque alimentándose de forma parasitaria de los personajes. Intentan que ambas criaturas cuajen también una relación, resultando al principio infructuosa, después los bichos no podían vivir el uno sin el otro, justo la evolución inversa de la pareja real...
La incidencia de lo extraño y ajeno que irrumpe de pronto en nuestras vidas. Contínua, please, deseando leer más.
Dos líneas paralelas no tienen inicio ni fin, ni sentido, sólo dirección. No dije que las dos aumentaran ni que las dos disminuyeran. Las palabras que me comí y que hicieron perder el sentido de la frase fue "el paralelismo DE LOS PROBLEMAS de pareja ..." Disculpas.
"¿Podría lo ajeno llegar de la mano de lo en aparencia inocente y deseado, con una fuerza tal que nos desaloje de nuestras propias vidas?
¿Será la irrupción de lo extraño el último pretexto para explicar el paisaje ya arrasado de la propia biografía?"
Con estos altos pensamientos principaba Doc la somnolencia de un sábado por la tarde...
Me aproximo más a la segunda cuestión: lo ajeno se convoca y puede alimentarse con la descamación de nuestra propia piel.
Pretextos para la exculpación o una oportunidad de improvisar sobre lo cansinamente establecido
Espero con interes la siguiente entrega.No quiero equivocarme.Entropia sobre lo cansinamente establecido.(Gela dijo) .
El tumbao
Lo único que falta en esta "casa tomada" es la rutina mórbida de la relación entre amantes-hermanos; esto es, si quieremos ir más allá (y siempre vamos más allá, mal que me pese), la prueba/muestra de por qué ese paisaje vital ya estaba arrasado antes de la irrupción de lo extraño. Aunque en este caso los amantes-hermanos no escapen de la casa tomados de la mano, tirando la llave en una alcantarilla ("no fuese que a algún pobre diablo se le ocurriera robar y se metiera en la casa, a esa hora y con la casa tomada").
¿Qué importan las razones que intenten explicar un campo de batalla arrasado?
¿A quien le interesa la historia de la decadencia de la pareja?
Furia y ruido.
La ruina es la condicion natural de cualquier construcción humana. Elige tu mismo los argumentos y su historieta.
Lo que (me) interesa son las interferencias, los alienígenas que permiten engañar a la culpa y sus rutinas. El artificio literario.
Para argumentos y razones tenemos la novela naturalista del XIX, con todas sus descripciones de factores biológicos, psicológicos y sociales. Con su perseverante fe en la ciencia positiva y la observación humana.
En un relato corto importan menos la realidad de los personajes que lo que representan.
(extraído de: Doc L. Manifiesto Nº 17)
Son dos ámbitos totalmente distintos, pero eso tampoco quiere decir que se excluyan mutuamente... El arte también está para innovar, crear y hacer extrañas mezcolanzas.
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