Memorias en la pared
En el centro de la plaza una fuente de piedra y un kiosco donde venden novelas de segunda mano. Novelas arrugadas con vaqueros en la portada, novelas de color celeste en las que una mujer en camisón se deja besar lánguidamente por un musculoso galán de larga cabellera; al fondo pasta un caballo, se distingue borroso un castillo.
La plaza está situada en la confluencia de calles que descienden hasta ella en extraños ángulos. Una plaza sin forma que recorro tres veces a la semana. Hace frío, unas gotas heladas de agua me resbalan por la cara. Sobre una valla metálica se empapa y arruga un cartel del concierto de los Smashing Pumpkins, dos niñas que sonríen desteñidas en un sueño paralelo.
...
Arriba, en la sala de espera, dejo pasar el tiempo mirando los cuadros que cubren las paredes.
Frente a mí una joven de líneas salmón toma la mano de quien imagino su padre. Un enorme padre que con la otra mano sujeta un ramo de flores. Quizás aquellos cuadros se confundan en mi memoria. Pero es nítida la imagen, la meticulosidad del trazo, la trenza perfectamente espigada de la pequeña, labrada en el recuerdo como en un bloque de piedra.
...
Tumbado me remuevo inquieto en este útero de espinas. Mis palabras no reciben más respuesta que un silencio prolongado y caro. Navego a la deriva, con ganas de vomitar por la borda del diván. Buscando respuestas, encontré un cofre vacío y la convicción de que no hay nadie que pueda librarnos del dolor y la angustia.
Miro de reojo el reloj, escucho mis palabras en el aire congelado. A ella no la veo, sentada tras de mí. Procuro escuchar su respiración, el rumor de su cuerpo al cambiar de postura.
Otro cuadro, en el despacho, frente a mí. Un niño sostiene un helado a la puerta de una dulcería. Lo creo asustado, solo con su hambre, con su deseo, mirando desde el lienzo sin ver a nadie. Ojos negros como pozos.
Mi perdido gemelo en un sueño siamés.
La plaza está situada en la confluencia de calles que descienden hasta ella en extraños ángulos. Una plaza sin forma que recorro tres veces a la semana. Hace frío, unas gotas heladas de agua me resbalan por la cara. Sobre una valla metálica se empapa y arruga un cartel del concierto de los Smashing Pumpkins, dos niñas que sonríen desteñidas en un sueño paralelo.
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Arriba, en la sala de espera, dejo pasar el tiempo mirando los cuadros que cubren las paredes.
Frente a mí una joven de líneas salmón toma la mano de quien imagino su padre. Un enorme padre que con la otra mano sujeta un ramo de flores. Quizás aquellos cuadros se confundan en mi memoria. Pero es nítida la imagen, la meticulosidad del trazo, la trenza perfectamente espigada de la pequeña, labrada en el recuerdo como en un bloque de piedra.
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Tumbado me remuevo inquieto en este útero de espinas. Mis palabras no reciben más respuesta que un silencio prolongado y caro. Navego a la deriva, con ganas de vomitar por la borda del diván. Buscando respuestas, encontré un cofre vacío y la convicción de que no hay nadie que pueda librarnos del dolor y la angustia.
Miro de reojo el reloj, escucho mis palabras en el aire congelado. A ella no la veo, sentada tras de mí. Procuro escuchar su respiración, el rumor de su cuerpo al cambiar de postura.
Otro cuadro, en el despacho, frente a mí. Un niño sostiene un helado a la puerta de una dulcería. Lo creo asustado, solo con su hambre, con su deseo, mirando desde el lienzo sin ver a nadie. Ojos negros como pozos.
Mi perdido gemelo en un sueño siamés.
2 Comentarios:
Uf. Las imbricaciones psicológicas, los hilos invisibles que proceden de lo biológico, los piolines que mantienen unidos a dos siameses, reales o no, el odradek que se arremolina entre nuestras piernas, pretendiendo que caigamos, el dolor fantasma del miembro perdido elevado a la enésima potencia porque es otra persona, viva, es más, es otro yo. Magistral.
Catarsis de la memoria.....muy próxima
Goteo de imágenes, como proyecciones siamesas, íntimamente vinculadas a una corriente interna.
...sonríen desteñidas en un sueño paralelo. !!!!!!!!!!!
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