De Anima Bestiarium
XVII El Cangrejo Perseverante.
En el códice griego encontrado en la Gran Cisterna de Constantinopla en los tiempos de los commenos se dice que en las playas que rodean la divina isla de Creta vive un extraño cangrejo. Este minúsculo decápodo tiene el color del bronce moteado en blanco, como repujado por un dios; presenta rostro humano y está armado de defensas en dos de sus patas y en su testa. Cuando la bajamar aleja la línea de agua de las crestas de las dunas, el animal construye, con sus patas delanteras a guisa de palas, una deleznable muralla de arena, endurecida por innumerables conchas y engalanada por algas marrones y verdes. Se parapeta en ella, vigilando el océano, cuna y seno de las olas, hijas del tiempo y obreras de la destrucción. Monta guardia, con sus pinzas en alto, mientras Helios y Selene completan el ciclo de las mareas, encargo que hacen por mandato de Cronos desde el albor de la existencia, cuando el mundo era fuego y los dioses jóvenes. Las olas se van acercando poderosas, fatídicas, con el matar suave que es el peor morir, y el cangrejo las mira. En la pleamar, cuando todo ha sido sumergido y disuelto, sale de entre las ruinas a buscar su sustento, para cuando de nuevo baje la marea seguir su lucha de antemano perdida contra el tiempo. Pues muchos siglos después, Lorentius Silvanos, escriba hispano, dijo que al fin y al cabo, el tiempo no tiene otra misión comprobada que destruir lo que contra él se levanta.
3 Comentarios:
Pues yo me acuerdo de un cangrejito que se metió en otra cuevecita y el socorrista de la playa, como no podía sacarlo con la pinza, quiso aplastarlo contra la pared con... en fin, qué grosería.
Me encanta vuestro blog, es mi primera visita
Sigues acertando en tu lenguaje arcaico (aunque cueles a Lorenzo Silva en los escritos).
Un detalle: la fotografía podría corresponder a un tupí o tumí inca. Con el realizaba el sacerdote inca la incisión brutal a través de la que extraía el corazón del enemigos en sacrificio ceremonial. Otra forma de enfrentar el tiempo: la ilusión de poder e inmortalidad.
Las olas como el pulso perseverante de un corazón que vence y domina a un opositor ciego.
O quizás, la tranquilidad proceda de comprobar que la muralla no deja de caer rendida a una oscilación perenne: confirmación de la propia persistencia.
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