La cara oculta de la música
La antigua relación entre el comprador de vinilos y la música ha sufrido una radical transformación en los últimos 10-20 años. Esos arcaicos consumidores tenían la oportunidad de experimentar un nexo de unión físico, individual y duradero, no exento de crisis y reencuentros, con sus viejos discos. Constituyó una memoria de vinilo en la historia personal.
El disco, objeto de transición entre sonido y oyente, ha desaparecido. El CD no pudo mantener esta correspondencia íntima y fetichista; como objeto es poca cosa, una ridícula cajita de plástico desencantada, portátil y escurridiza. Los frágiles surcos del disco constituían un paisaje visible, podía olerse el cartón que lo contenía, sentir la rugosidad de su superficie. Una relación similar a la del lector y el libro.
En el último lustro, la utilización masiva de las descargas ha convertido ese vínculo en una simpática reliquia. La obra musical es ahora un archivo intangible, comprimido y despersonalizado. Se prima la cantidad, la acumulación: el fetiche es el megabyte.
El comprador de vinilos conocía de sus discos los créditos más recónditos, los detalles de la carátula, la lista de canciones de la contraportada, las fotografías del interior del álbum, los dibujos impresos en la pegatina agujereada. Una relación física con el vehículo de la música, individual y muy personalizada. Un cara a cara definitivamente perdido.
Quizás por esto la exposición del Museo de Arte Contemporáneo de Barcelona “Vinilos. Discos y carátulas de artistas” tiene el singular interés de mostrar restos de otro tiempo (perdido). Trae a escena el arte gráfico vertido en las carátulas de los discos por los movimientos artísticos del siglo XX.
La portada de disco, una superficie manoseable de 30 x 30 cm., se trasformó en un medio de expresión muy atractivo que en, algunos casos, llegaría a ser objeto de culto.
Artistas visuales como Richard Hamilton, Andy Warhol, Robert Frank o Les Levine están presentes en la exposición. En una "cabina de sonido" los visitantes tienen acceso a casi todos los discos de la colección. Cerrará las puertas el 3 de septiembre, pero en el 2007 la muestra pasará por Oporto.
Un grupo de expertos de la Factoría ODK junto a asesores externos elaboraron la lista definitiva e incontestable de los mejores discos de los años 90 (década de transición que instala definitivamente el CD en la discoteca personal). Entre los 10 primeros se encontraban algunos de los que se muestran aquí. Desde el ingenuo pero efectivo poder simbólico de Nirvana, a las pretensiones arty de Radiohead, el collage autocomplaciente de U2, la solidez rock de REM, el glamour espinoso de Depeche Mode o la ironía punzante de Sonic Youth (memorables esas turbias mascotas de lana que pueblan el álbum).
Discos para mirar a los ojos.
El disco, objeto de transición entre sonido y oyente, ha desaparecido. El CD no pudo mantener esta correspondencia íntima y fetichista; como objeto es poca cosa, una ridícula cajita de plástico desencantada, portátil y escurridiza. Los frágiles surcos del disco constituían un paisaje visible, podía olerse el cartón que lo contenía, sentir la rugosidad de su superficie. Una relación similar a la del lector y el libro.
En el último lustro, la utilización masiva de las descargas ha convertido ese vínculo en una simpática reliquia. La obra musical es ahora un archivo intangible, comprimido y despersonalizado. Se prima la cantidad, la acumulación: el fetiche es el megabyte.
El comprador de vinilos conocía de sus discos los créditos más recónditos, los detalles de la carátula, la lista de canciones de la contraportada, las fotografías del interior del álbum, los dibujos impresos en la pegatina agujereada. Una relación física con el vehículo de la música, individual y muy personalizada. Un cara a cara definitivamente perdido.
Quizás por esto la exposición del Museo de Arte Contemporáneo de Barcelona “Vinilos. Discos y carátulas de artistas” tiene el singular interés de mostrar restos de otro tiempo (perdido). Trae a escena el arte gráfico vertido en las carátulas de los discos por los movimientos artísticos del siglo XX.
La portada de disco, una superficie manoseable de 30 x 30 cm., se trasformó en un medio de expresión muy atractivo que en, algunos casos, llegaría a ser objeto de culto.
Artistas visuales como Richard Hamilton, Andy Warhol, Robert Frank o Les Levine están presentes en la exposición. En una "cabina de sonido" los visitantes tienen acceso a casi todos los discos de la colección. Cerrará las puertas el 3 de septiembre, pero en el 2007 la muestra pasará por Oporto.
Un grupo de expertos de la Factoría ODK junto a asesores externos elaboraron la lista definitiva e incontestable de los mejores discos de los años 90 (década de transición que instala definitivamente el CD en la discoteca personal). Entre los 10 primeros se encontraban algunos de los que se muestran aquí. Desde el ingenuo pero efectivo poder simbólico de Nirvana, a las pretensiones arty de Radiohead, el collage autocomplaciente de U2, la solidez rock de REM, el glamour espinoso de Depeche Mode o la ironía punzante de Sonic Youth (memorables esas turbias mascotas de lana que pueblan el álbum).
Discos para mirar a los ojos.
Las imágenes se muestran con más detalle a golpe de clic.
3 Comentarios:
En esta entrada se muestran las carátulas de mis tres discos favoritos: Violator (Depeche Mode), OK Computer (Radiohead) y Achtung Baby (U2).
Encender el ordenador, casi recien levantado, y encontrarme con estas imágenes ha sido una sorpresa muy agradable. Mis mejores recuerdos están relacionados con la década de los 90 y estos discos son su banda sonora.
Una pena que pertenezco a la (también extinta) generación del CD y nunca tuve estas joyas en vinilo...
¡Gracias L!
Lo que más me gusta del vinilo es su textura, el sonido de la aguja deslizándose crepitante por las pistas del disco... También pertenezco a la generación extinta, pero tuve la suerte de poder llegar a almacenar unos cuantos. Algunos de ellos heredados, los mejores. Recuerdo( y cuento la anécdota para mofa y chascarrillo del personal) uno infame que me regalaron en la tienda cuando compré la minicadena (con tocadiscos, uno de los últimos modelos que quedaban), a saber, "Los Amantes de Teruel", tonta ella y tonto él.
El disco de vinilo fija la memoria de ciertos "momentos estelares".
El recorrido entre su captura y la aproximación cuidadosa de la aguja sobre el surco era una ceremonia trascendente: un ritual del apego
Excelente doc leo! gracias por aproximar esa exposición con exquisito formato: la acompañaremos con una sesión musical simultánea.
Publicar un comentario
<< Home