martes, enero 09, 2007

La Sonrisa de Frestón


Fui llamado Briareo; y bautizado con tantos apodos como enemigos he enfrentado y vencido. Por cada uno de esos sobrenombres me ha sido añadida una cabeza; por cada caballo y caballero que refrescaron la hierba con su sangre, dos brazos. Cada vez que, riéndome, he levantado los brazos de dos leguas gritando victoria con el pie derecho sobre un cuerpo sangrante, los cronistas han querido entender las palabras como llamas arrojadas de mi boca.

Nací de la Madre Tierra, allá por los tiempos de los dioses y los héroes, en aquellas edades olvidadas en las que los humanos enemigos eran una raza débil a merced de los elementos y los hados. Ni aún mi alta cuna se ve libre de malentendidos y cuentos de alcoba; unos dicen que mi padre fue Urano; otros me hacen hijo de Neptuno. En mi primera juventud fui convocado por la ninfa Tetis- madre de Aquiles Pelida, el de los pies ligeros, vencedor de Héctor- para librar a Júpiter de las sogas divinas que le ataban por obra y artificio de su augusta esposa Juno. Pero no siempre hube de manifestar buen servicio al rey de los dioses. Uno de esos siglos mis hermanos titanes y yo quisimos reinar donde dominaba la égida del rey de los truenos. Pero fuimos arrojados Olimpo abajo, expulsados y condenados a un exilio de milenios, mientras la raza adventicia, la execrable progenie humana medraba hasta hacer desaparecer los propios dioses.

En las estancias del Averno permanecí olvidado por largas centurias, donde tuve el magro consuelo de ser el instrumento utilizado por el dios de la ultratumba para atormentar las humanas sombras más allá de la muerte, en toda suerte de infernales suplicios. Fui liberado, no ha cuatro siglos, por la pluma de Alighieri, un vate florentino que viajaba tras los pasos de Virgilio. Caminé después por los más fríos lugares del mundo, escalé las más altas montañas, navegué por sobre los más hondos piélagos, y en todo lugar y momento encontré las malhadadas huellas de los hombres. Mas donde más tiempo habité, con algunos de mis hermanos, fue en el país que los humanos llamaban Flandes. Allí recibimos los ataques de extraños caballeros, que intentaban abrir nuestras entrañas buscando la sangre real, derramada sobre una copa de oro.

Nuestro último viaje nos llevó hacia el sur, hasta una tierra amarilla a la que llegamos cuando el sol se ponía, dejando en penumbra naranja las copas de las fuertes encinas y los recios alcornoques. Y mirando ese mismo sol hemos permanecido veinte años sin mover nuestros pies, dejando nuestra vida mecerse en las olas áreas que cabalgan en el ábrego y en el solano.

Pero un día, sobre la silueta del sol se recortaron dos figuras montadas, que platicaban. La más alta me reconoció y se aprestó a enfrentarme. Picó espuelas, y al galope, se acercó en su magnífico corcel, émulo de Bucéfalo, par de Babieca, con un lanzón que brillaba como chispas en la fragua de Vulcano. Yo, que he sido acosado por los ejércitos de Júpiter, que he contemplado las mazmorras de Hades y la negra belleza de la Reina Oscura Perséfone, vime entonces atacado singularmente por un caballero de armadura. Rendí honores a su valentía, pero luego lo levanté entre mis desaforados y descomunales brazos y lo lancé contra el suelo. Acercose su escudero a prestarle asistencia, y queriendo alzarlo, le dijo, como registra Cide Hamete:

- ¡Válame Dios! ¿No le dije yo a vuestra merced que mirase bien lo que hacía, que no eran sino molinos de viento, y no lo podía ignorar sino quien llevase otros tales en la cabeza?

El hijo de Urano y rey de los Titanes no debía dejar impune una tal afrenta. Levanté de nuevo los brazos para asestar golpes mortales, pero sólo se movieron levemente con la brisa. Mientras, un caballero lloraba, y un escudero y un sabio encantador llamado Frestón sonreían misteriosamente.

José L. Muñoz Expósito, 2007

6 Comentarios:

Blogger L Malaletra dijo...

Excelente!
Magnífica condensación de lecturas, creatividad y técnica.

Saludos

8:36 a. m.  
Anonymous Anónimo dijo...

Estoy totalmente deacuerdo con Doc L. Me parece uno de tus mejores minirelatos.
De nuevo encuentro ese aire borgiano de regresar a los clásicos universales dándoles una vuelta de tuerca. Los dioses clásicos, el Infierno de Dante, Don Quijote: mitos revisitados para contar la historia de un gigante, de un monstruo, como hiciera el argentino con el Minotauro en "La Casa de Asterión". Y el resultado es excelente.
Me confieso fan de los textos que escribes con este tono. Por favor, sigue por este camino.

2:25 p. m.  
Anonymous Anónimo dijo...

Enhorabuena, jose luis. Me ha parecido un relato estupendo. No solo escribes ya acerca de los mitos, sino que los creas y cruzas con otros. Bello mestizaje.

6:44 p. m.  
Anonymous Anónimo dijo...

Cierto. Se destila el mejor jose luis a lomos de su tinta cuando utilizas esta ambientación mitológica.
Me ha gustado mucho, frogman.

8:57 p. m.  
Blogger José L. Muñoz Expósito dijo...

Gracias a todos.

Me quedo con que he de trabajar más duro en otros aspectos de mi quehacer literario.

PS: Eso no quiere decir que abandone esta temática y este tono.

12:29 a. m.  
Blogger Agustín Lozano de la Cruz dijo...

Magnifico fresco de mitos y referencias, querido JL. En efecto resulta muy borgiano, al tiempo que endiabladamente original. Solo una objecion: tal vez no sea necesaria la cita del Quijote, en la medida en que en las frases anteriores ya queda claro y de forma implicita que el gigante es uno de los molinos manchegos. Lo digo porque es preferible evitar incluir una cita en un relato tan corto, sobre todo cuanto no es esencial para la comprension del texto.

Un saludo.

11:25 a. m.  

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