La Tercera Silla
Despertó y apenas podía moverse.
Sus terminaciones nerviosas pendían de hilos invisibles, tensados con terca obstinación por su cerebro, en un intento de hacer del cuerpo una vulgar y macabra marioneta paralítica.
Sus terminaciones nerviosas pendían de hilos invisibles, tensados con terca obstinación por su cerebro, en un intento de hacer del cuerpo una vulgar y macabra marioneta paralítica.
Pandora casi había sido violada justo al alba, en la más estricta intimidad. Desató con furia tempestades emocionales, desafió a su propia vida con tal de mantener intacto su reducto de inexpugnable privacidad. Antes asesina de almas que permitir el impune expolio de su mente.
El dolor y la intuición la vararon en aquel ruinoso convento, a orillas de casa. Rosetones inyectados en sangre derramaban su luz en la nave central. Dos ancianas encorvadas en rigor mortis, sentadas una frente a la otra. En medio de ambas, se hallaba equidistante una modesta silla vacía, que se desplazaba en lento chirrido hacia uno de los laterales de la sala. Quien la hubiera ocupado era aquel mismo que pretendió trocar por arena sus encriptados pensamientos. No se trataba de El, no se percibía ni un átomo de misericordia en aquella tétrica estancia.
La mayor de las vejaciones no fue consumada. El coral blanquecino, su pulpa carnosa, la dotaron de una inquebrantable dignidad, guiándola a través de largos y tortuosos pasillos hasta el claustro. Desconchones de humedad en las paredes formaban siluetas y rostros. Una figura embozada en paños negros murmuraba letanías incomprensibles en una lengua que no le era conocida. No proyecta sombras.
Pandora se acercó al estanque y sus ojos bebieron agua; miró fijamente a la figura sin rostro, al tiempo que ésta se volvía hacia ella. Un sonido gutural dio bandazos de eco entre los muros del patio. Las cuentas se le escurrieron de entre las manos amarillentas, redoblando entre las piedras como repiques de campanas, fundiéndose bruscamente con la nada el rosario de lo que fue su vida. Sus hábitos se desplomaron consumidos en llamas de un azul mortecino, impregnando todo de un humus maloliente.
Un fuerte golpe de mar inundó titánico el edificio, arrasándolo todo, depurando aquella inmundicia. Cicatrices de sal.
El dolor y la intuición la vararon en aquel ruinoso convento, a orillas de casa. Rosetones inyectados en sangre derramaban su luz en la nave central. Dos ancianas encorvadas en rigor mortis, sentadas una frente a la otra. En medio de ambas, se hallaba equidistante una modesta silla vacía, que se desplazaba en lento chirrido hacia uno de los laterales de la sala. Quien la hubiera ocupado era aquel mismo que pretendió trocar por arena sus encriptados pensamientos. No se trataba de El, no se percibía ni un átomo de misericordia en aquella tétrica estancia.
La mayor de las vejaciones no fue consumada. El coral blanquecino, su pulpa carnosa, la dotaron de una inquebrantable dignidad, guiándola a través de largos y tortuosos pasillos hasta el claustro. Desconchones de humedad en las paredes formaban siluetas y rostros. Una figura embozada en paños negros murmuraba letanías incomprensibles en una lengua que no le era conocida. No proyecta sombras.
Pandora se acercó al estanque y sus ojos bebieron agua; miró fijamente a la figura sin rostro, al tiempo que ésta se volvía hacia ella. Un sonido gutural dio bandazos de eco entre los muros del patio. Las cuentas se le escurrieron de entre las manos amarillentas, redoblando entre las piedras como repiques de campanas, fundiéndose bruscamente con la nada el rosario de lo que fue su vida. Sus hábitos se desplomaron consumidos en llamas de un azul mortecino, impregnando todo de un humus maloliente.
Un fuerte golpe de mar inundó titánico el edificio, arrasándolo todo, depurando aquella inmundicia. Cicatrices de sal.
Enviado por Lya
5 Comentarios:
Imágenes extrañas convocadas por una mujer creada para dispersar dolor, castigar la soberbia, las altivas pretensiones....
Elementos de religiosidad mortecina, erosionada, sostenida en ausencias y ecos.
Pesadilla fragmentada emitiendo sonidos inquietantes: "...sonido gutural dió bandazos de eco entre los muros del patio."
Un perfil poético reviste este fondo loco, obscuro, equilibrando su forma.
Me ha gustado este extraño experimento.
Más bien la mujer se libera de su dolor y denuncia imperdonables manipulaciones emocionales... Pero te has acercado bastante a la esencia de esta pesadilla onírica, que ya es mucho decir, ya que en principio las imágenes están hechas para transmitir sensaciones en estado más o menos puro, pero sin etiquetas definidas. Que cada cual le aplique la suya.
Con la mujer creada para dispersar dolor estaba haciendo referencia al nombre escogido -Pandora-.
El principio de tu escrito aproxima a un desgarro emocional que alcanza una onírica catarsis final aniquiladora, al menos de los elementos externos que la envuelven.
La liberación será interna.
Creo que en la caja de Pandora, la esperanza quedó dentro...Un abrazo
Este breve texto me parece una nuestra muy lograda de su capacidad para condensar imágenes poderosas, cargadas de un simbolismo metafórico que se encripta en el límite de la comprensibilidad. Aunque el significado se escurra entre los dedos, o quizás por eso, mi impresión es que estas imágenes proceden de las bodegas del inconsciente y mantienen su sabor primario y desconcertante.
Esas viejas cicatrices de sal.
Crianzas y reservas del inconsciente que encuentran de pronto una grieta por la que salir hacia el paladar. La intención es justo esa, doc, has dado en el clavo. No lo hubiera podido expresar mejor.
Publicar un comentario
<< Home