sábado, agosto 19, 2006

Memorias de un electroduende


The Eraser: las memorias de un electroduente

En el niquelado interior de una fábrica de rock electroquímico, situada en un remoto lugar de la galaxia, los componentes de Radiohead ultiman el que será su próximo álbum desde "Hail to the thief" (2003). En momentos de distracción o descanso, cuando nadie lo ve, el vocalista y líder del grupo Thom Yorke toma notas para sus construcciones electrónicas en servilletas de papel, en los márgenes de un manual de astrofísica para diletantes. Al amparo de la oscuridad, sin ruido, armado tan solo de un ordenador personal, Yorke ha dado forma a "The Eraser" (2006) una radical continuación de las preocupaciones y visiones musicales expresadas en "Kid A" (2000).
Como una suerte de Kid B, "The Eraser" ofrece un catálogo de electrónica low-fi, de cocina casera, pulsátil y crujiente, montado sobre delicados beats y bases rítmicas que se apoyan en la voz doliente y quebradiza de este duende melancólico.
Con total ausencia de arreglos o instrumentos clásicos de banda rock (excepto un piano en la primera canción y una batería analógica en la última), el trabajo de TY se sitúa en las antípodas de su famosa Creep, la ruidosa y vocinglera canción estrella del “Pablo Honey” (1993). Interesante ejercicio de introspección musical, este “The Eraser”, que a buen seguro no gustará a los fans más intransigentes de Radiohead por la ausencia del brillo fulgurante de anteriores entregas.
TY despliega su vocacional discurso electrónico sin imposturas ni gestos histriónicos; no recurre a los socorridos juegos con ruiditos, tan en boga en la música electrónica actual. Las inquietudes existenciales y urbanitas de este flacucho electroduende de ojos torcidos reverberan como los frágiles y sombríos bloques rítmicos que conforman el esqueleto de su trabajo.
La estética de TY se despoja de lo innecesario, de acumulaciones sonoras, de hallazgos a toda costa originales, para ofrecer un producto final sobrio y honesto. Nada de escándalos. Véase, por ejemplo, en el otro lado de la fuerza, el último disco de Matmos (“The rose has teeth in the mouth of a beast”), donde se incrustan todo tipo de ruidos generados con tijeras, papel higiénico, materia orgánica, platos soperos, quemaduras de cigarrillos o caracoles. Nada más lejos.
El disco de TY navega a través de una tenue línea melódica sustentada por la voz, más contenida que en el pasado, de este triste androide que parece ir haciéndose mayor. No es música de baile, ni decorará el salón para las visitas. Es un disco en solitario, en el más estricto sentido de la palabra.

Hay vida en la electrónica.

2 Comentarios:

Anonymous Anónimo dijo...

No tengas dudas, has sabido captar en unas líneas el espíritu del disco.

Hay un detalle mínimo que me ha gustado especialmente: cuando calificas a TY de electroduende, de androide. En las críticas oficiales siempre destacan su postura anti-todo, su pose de artista atormentado, pero muy pocos son conscientes de su auténtica naturaleza de replicante hipersensible. ¡Enhorabuena por el hallazgo!

Lo único que quizás echo en falta en esta reseña es alguna referencia a las letras.

Por lo demás, me ha parecido excelente.

PD:¡Arriba los golems con baja autoestima!

4:24 p. m.  
Anonymous Anónimo dijo...

Añado una impresión de aficionada -recolectora de migas musicales seleccionadas- subrayando tu chispeante descripción: "voz doliente y quebradiza de este duende melancólico"
Mi aportación personal, que no abandona tu linea discursiva: TY se filtra como una sombra vocal, contenida, amortiguada, dando firmeza y templanza sensitiva a la estructura electrónica que le persigue. investimento sensitivo perfecto.

He escuchado cuatro veces el disco: dos anoche mientras leía Juego de Tronos.

8:18 p. m.  

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