Jackson Pollock: gota a gota
Con un cigarrillo colgando de la comisura de sus labios, una lata de pintura en una mano y una brocha manchada en la otra, Jackson Pollock se sitúa sobre el lienzo colocado horizontalmente en el suelo de su estudio.
Moviéndose en el interior del cuadro, Pollock (también conocido como Jack The Dripper) deja que la pintura se escurra desde la brocha, que chorrea y gotea en un proceso parcialmente controlado. La inspiración, el alcohol, el genio dictan los movimientos de su mano. Cualquier referencia que remita a una figura o signo reconocible es eliminada.
Farsante o genio alcoholizado, la figura de Pollock, 50 años después de su muerte, mantiene enzarzados a los críticos de la historia del arte. Puede acercarse el lector a Pollock a través de la película protagonizada por Ed Harris. Hasta donde se, no hay videojuego.
Sirva esta entrada de admirado recuerdo a su obra. Pero, más allá del homenaje, la pintura de Pollock, como la de cualquier artista no figurativo, puede invitar a enredar en los límites de la creación literaria.
¿Sería posible escribir desde dentro de la página, pueden las palabras ser distribuidas como chorreantes manchas sobre el papel sin pretender más que un fulgor o una sensación sin significado? ¿Puede la obra literaria desprenderse de su necesidad de contar o de dar cuenta de un discurso narrativo? ¿Puede el proceso de la escritura liberarse de los significados comunes y gastados para buscar otros nuevos?
No, por supuesto, la novela. Cuando la novela pretende desfigurar o desligarse de su vocación narrativa, termina convertida en un monstruo irreconocible e intransitable (léase, si esto fuese posible, Larva de Julián Ríos).
Quizás la poesía, que en algún momento jugó a dibujar sobre el papel con las palabras en un ejercicio de doble significado: el de lo escrito y el de lo representado visualmente. La poesía se sitúa más cerca de la libertad no figurativa.
Aun siendo un deseo contra la naturaleza última del signo escrito… quién pudiera manipular las palabras como grumos de óleo, manchas acrílicas de un lenguaje no reconocible, música límbica librada de significado.
Farsante o genio alcoholizado, la figura de Pollock, 50 años después de su muerte, mantiene enzarzados a los críticos de la historia del arte. Puede acercarse el lector a Pollock a través de la película protagonizada por Ed Harris. Hasta donde se, no hay videojuego.
Sirva esta entrada de admirado recuerdo a su obra. Pero, más allá del homenaje, la pintura de Pollock, como la de cualquier artista no figurativo, puede invitar a enredar en los límites de la creación literaria.
¿Sería posible escribir desde dentro de la página, pueden las palabras ser distribuidas como chorreantes manchas sobre el papel sin pretender más que un fulgor o una sensación sin significado? ¿Puede la obra literaria desprenderse de su necesidad de contar o de dar cuenta de un discurso narrativo? ¿Puede el proceso de la escritura liberarse de los significados comunes y gastados para buscar otros nuevos?
No, por supuesto, la novela. Cuando la novela pretende desfigurar o desligarse de su vocación narrativa, termina convertida en un monstruo irreconocible e intransitable (léase, si esto fuese posible, Larva de Julián Ríos).
Quizás la poesía, que en algún momento jugó a dibujar sobre el papel con las palabras en un ejercicio de doble significado: el de lo escrito y el de lo representado visualmente. La poesía se sitúa más cerca de la libertad no figurativa.
Aun siendo un deseo contra la naturaleza última del signo escrito… quién pudiera manipular las palabras como grumos de óleo, manchas acrílicas de un lenguaje no reconocible, música límbica librada de significado.
5 Comentarios:
Mucho hemos hablado a lo largo de estos años de los límites (o funciones, o perspectivas, o carencias)del arte.
Arte que no busque ensanchar sus ámbitos es arte muerto, hasta ahí bien. Lo malo es que la innovación es siempre un camino a ciegas, con lo cual, además de los genios, caben los esnobs, los caraduras y los agentes comerciales, que se aprovechan de la ignorancia, por un lado, y de la pasión por la moda y lo novedoso, por otro.
Pollock and his art, his life full of despair and sadness, visions of creation in order not to go mental...why is it that creation is always related to desperation? a shameful path touched by the luck of those who know we are not made to last.....The lizard
Buscar la efervescencia virtual de las palabras o la disposición azarosa de continentes afigurativos....difícil
La palabra como entidad aislada ya germina una imagen, una sensación.
Modificar el eslabón que las fija, fracturar las claves que las unen para crear un caleidoscopio múltiple, indeterminado.....nos aproximamos al ámbito de la poesía.
Dilatar o contraer, señalar o difuminar, dispersar o aglutinar...la imagen, emoción o estímulo sensorial no se desligan de su génesis.
El conjunto representacional "goteante" de Pollock -es decir, los que nombramos como su pintura- tiene un ensamblaje de elementos no comunicativos que crean el conjunto que percibimos: elementos atonos en su estatismo y convocados ¿por el azar?.
La palabra aislada ya nombra, retiene, apresa.
Diseccionemos hasta el final: encontraremos la plasticidad de lineas convenidas -letras-, giros y posiciones acordadas para enlazarse y evocar.
A partir de este punto ¿jugamos al azar? alinear con disposiciones erráticas, agrupaciones estelares desconocidas...neologismos...ilusión perceptiva afigurativa.
Simplemente he jugado a imaginarme unas nuevas coordenadas....
Gela vuelve con sus comentarios densos y hermosos a iluminar este blog.
La cosificación de las palabras tendría, se me ocurre ahora, tres direcciones:
- una, la apuntada por tí, la palabra se reduciría a un grafismo puro, un dibujo que lo aproxime a la pintura o al arte decorativo (islam o china)
- otra, la palabra se convierte en el objeto que nombra: podemos comer sobre la palabra "mesa" o cortarnos con la palabra "cuchillo" (psicosis); significado y significante se confunden, las palabras pesan y se hacen tangibles.
- quizás una tercera, la que aparece en la entrada sobre Pollock, la palabra es un punto, un trazo, con el que se puede dibujar sobre el papel, a la manera de ciertas vanguardias poéticas.
y ya no doy para más...
La pregunta podría ser ¿es necesario buscar caminos donde no hagan falta las palabras? Si es así, y dado que la poesía se hace con palabras y no con ideas (Mallarmé, en la estela del pathos de la palabra sensitiva de Gela), llegaríamos a la conclusión de que no hace falta la poesía. Un sofisma, claro.
Yo estoy con Pollok. Me horroriza su pintura.
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